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Santidad de las Ofrendas

¿Qué trae a tu mente la palabra: Santidad?

La palabra hebrea para santo, es kadosh y significa: puesto aparte, separado. Así cuando afirmamos que algo es santo, hablamos de una condición de separación de lo común. El pueblo de Yisrael fue  santificado, es decir puesto aparte por Yehováh; separado de las demás naciones; por tal razón le entregó Su Toráh (instrucciones), para que se comportara de manera distinta a las naciones que le rodeaban.

En el capítulo 22 de Levítico, se habla de la santidad tanto de las cosas que habían sido kadosh, apartadas para Yehováh como de las ofrendas o sacrificios que se le habrían de presentar por el pueblo.

Y vale la pena resaltar entre otros, estos dos aspectos: La condición de la persona que presenta la ofrenda y la cualidad de ésta.

La condición del oferente

Hablemos de lo primero. Una persona que se acercara a presentar una ofrenda debería estar limpia. En otras palabras si en algún momento ella había estado en contacto con algo que le hubiera contaminado, debería entonces cumplir los rituales prescritos para purificación antes de venir a presentar su ofrenda. Y esto es apenas obvio; nadie puede pretender acercarse a Yehováh si se halla en una condición de inmundicia. De hecho esta exigencia era mucho más rigurosa respecto de los sacerdotes, tal como aparece en esta porción de la Escritura.

La cualidad de la ofrenda

El segundo aspecto es la cualidad de la ofrenda. No se debía presentar a Yehováh algo que no fuera perfecto; esta es una gran enseñanza, porque nuestro Padre es merecedor de lo mejor que tenemos. Aún hoy, cuando deseamos presentar una ofrenda, debemos ser cuidadosos para dar lo mejor.

Si bien es cierto que no hay un Templo al cual podamos dirigirnos para llevar una ofrenda física de alimento u otra cosa, podemos perfectamente dar ofrendas a personas necesitadas porque así lo expresa Yeshúa:

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria…  dirá a los de su derecha: ¡Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo! Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me acogisteis, desnudo, y me cubristeis; estuve enfermo y me visitasteis; estaba en prisión y vinisteis a mí.  Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber?

¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos, o desnudo y te cubrimos? O, ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a Ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo, en cuanto lo hicisteis a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis.  Mateo 25:34-40 

Cuidemos pues nuestro corazón de manera que cuando decidamos dar u ofrendar, lo cual siempre será un acto voluntario, lo hagamos con lo mejor que tengamos, porque así estaremos honrando a nuestro Padre y a nuestro Mesías Yeshúa.

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