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Shemot 10:1-29 | Bo el-Paróh

 Parashá Trienal – Shemot (Éxodo) 10:1-29

Nombre de la Parashá: Bo el-Paróh – Vé al Faraón

Lecturas Complementarias: Isaías 19 | Mateo 24:29-44; 25:31-46

El clímax se acerca

Las últimas tres plagas: Las langostas, las tinieblas y la muerte de los primogénitos, ocurren en una rápida sucesión, para terminar la resistencia del Paróh (Faraón).

Así, el Éxodo es un evento en la historia del mundo, que demuestra el manejo de Yehováh – El Creador, sobre las naciones. Es una gran lección de cómo, nuestro Padre no solo es el Creador, sino el Gobernador del Universo día a día, aún en las cosas que pudiéramos considerar como irrelevantes para Él. Este suceso nos muestra que Yehováh puede intervenir en los reinos más poderosos poniendo en evidencia que Él Era, Es y Será.

El primer verso del capítulo describe la soberanía de Yehováh en términos inequívocos. Aquí se demuestra explícitamente que el corazón endurecido de Paróh es el resultado de las acciones del Todopoderoso:

Yo he hecho endurecer su corazón y el corazón de sus siervos, para dar en medio de ellos estas señales mías. Exodo 10.1

Esto es ¡realmente asombroso! y debiera hacernos temblar ante nuestro Padre Yehováh. Somos necios si consideramos que de alguna manera controlamos el destino de la vida. Muy por encima de nosotros está la voluntad del Creador Soberano, que cumple sus propósitos en el cielo y entre los hombres, y nadie detiene su mano ni le pregunta qué está haciendo (Daniel 4:35). ‘El-Gibor (Poderoso Guerrero) es uno de sus títulos; y Él considera a las naciones como nada más que polvo en la balanza (Isaías 40:15).

No perdamos de vista el propósito de la liberación realizada por Yehováh nuestro Padre:

Para que cuentes a oídos de tus hijos y de los hijos de tus hijos lo que Yo ejecuté en Mitsrayim, y mis señales que puse entre ellos, para que sepáis que Yo soy Yehováh. Exodo 10.2

La destrucción de los mitsritas con las plagas finales se mantendrá para siempre como un testimonio indiscutible de cómo Yehováh trata a sus enemigos. Esta historia, por lo tanto, debe transmitirse a los hijos y a los nietos, de generación en generación, para que nunca haya ninguna duda de quién es el único Elohim verdadero, y se confirme que Él es el Soberano de Yisrael.

La plaga de langostas no fue una exageración fantasiosa. El antiguo Cercano Oriente no desconocía la devastación producida por estas plagas, que cuando descendían sobre una región, se comían todo a su paso. Los documentos históricos describen tal devastación como algo similar al fuego que consume todas las plantas, dejando el suelo ennegrecido.

De hecho, los siervos de Paróh entendieron el mensaje y creyeron, porque todas las demás plagas profetizadas por Moshé y Aarón se produjeron tal como las habían anunciado. Cualquier persona con un poco de lógica se daría cuenta de que esta plaga también provocaría un desastre seguro. Su consejo para Paróh fue sencillo:

“¿Hasta cuándo será este hombre una trampa para nosotros? Deja que los hombres (anashim א ָנ ִשׁים) se vayan, para que puedan servir al Señor su Dios. ¿No te das cuenta de que Mitsrayim está destruido?”

Si el consejo de los siervos de Paróh, fue que solo los hombres adultos deberían ser liberados o no, es incierto. La palabra hebrea “anashim” podría ser tanto “gente” como “hombres”. Pero lo es cierto es que su consejo para Paróh era que tomara en serio la amenaza que Moshé y Aarón le habían hecho.

La ronda de negociaciones no dio resultado. Paróh se negó a las demandas de Moshé y vino la tan temida plaga.

El resultado: Paróh se apresuró a llamar a Moshé y aparentemente se arrepintió; pero su teshuvá no fue real, porque vemos que inmediatamente después de que las langostas desaparecieran, endureció más su corazón y negó la salida del pueblo. Es probable que ante la desaparición de la plaga, Paróh razonara creyendo que todo había sido una simple coincidencia y ningún Dios había intervenido en el asunto; entonces ¿para qué ceder?

Tinieblas

Llegó entonces la plaga de tinieblas. Y pareciera que estas se anidaron no solo en el mundo físico, sino que terminaron de tomar posesión del corazón del Paróh. Y así aunque cedió un poco más, autorizando la salida de los niños yisraelitas, pretendió que no llevaran sus ganados.

Moshé fue enfático respecto a que deberían llevarlos también para ofrecer sacrificios a Yehováh, ante lo cual Paróh terminó negando de nuevo la partida. Es evidente que Paróh temía que el pueblo no regresara y que en realidad estuviera planeando marcharse del todo; por eso su renuencia a dejarlos partir llevándose todo consigo; mientras tanto, en la mente del pueblo, las cosas eran diferentes: Ellos nunca pensaron que iban por unos unos cuantos días y que regresarían, sino que se marcharían definitivamente.

Una pregunta para pensar: ¿Por qué Yehováh no instruyó a Moshé para que dijera a Paróh desde un comienzo que su intención era que el pueblo se marchara del todo?

Aplicaciones Prácticas para hoy

La adoración es un asunto de familia.

El verso 10:9 nos permite descubrir un principio para nuestras familias hoy:

Moshé respondió: nos iremos con nuestros jóvenes y con nuestros ancianos, con hijos e hijas.

La adoración a Yehováh es algo en lo que debe participar la totalidad de la familia. No es asunto solo de los varones, o como sucede hoy: de las mujeres. Delante de Yehováh tanto hombres como mujeres, tanto jóvenes como adultos, son importantes. Más aun, los hijos aprenden cómo relacionarse con Yehováh, según ven a sus padres hacerlo; de manera que cuando se trata de adorarle, alabarle, agradecerle o servirle, debemos hacerlo con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, porque las actitudes de los padres marcarán de por vida las vidas de sus hijos.

El arrepentimiento sin cambios, es falso

Paróh aparentemente se arrepentía e incluso ¡pedía oración en favor suyo! Pero… a la hora de la verdad, mantenía sus decisiones erradas. Un verdadero arrepentimiento conduce a un cambio inmediato de acciones. De no ser así, es solo remordimiento. Y esto último tiene un efecto devastador en la vida de la persona, porque puede conducirle aún al suicidio, como fue el caso de Judas, quien traicionó a Yeshúa. No hay duda de que si Judas se hubiera arrepentido, hubiera acudido a Yeshúa aunque estuviera en el madero por su causa, y hubiera confesado su maldad, hubiera sido perdonado. Pero él prefirió el camino del remordimiento, que lo llevó, no al Mesías, sino a los sacerdotes para confesar ante ellos y devolver el dinero, sin que esto tuviera efecto alguna en su conciencia.
 
Paróh fue similar; le remordía haber permitido que llegaran las plagas, pero su ego era tan superlativo, que era capaz de acallar totalmente su conciencia y llevarlo a mantener su posición errada. De manera que aprendamos la lección: Si hemos errado, un verdadero arrepentimiento significará apartarnos de ese camino decididamente, y compensar o restaurar a quienes hayamos afectado por el mal que hayamos realizado.

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