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¿A qué le tienes miedo?

¿Has pensado alguna vez, que cuando llegaste a este mundo, la historia ya estaba en marcha? ¿Qué fuimos insertados en esta época que nos ha correspondido vivir, sin haber sido consultados? ¿Que durante muchos años, principalmente durante nuestra niñez y juventud, ni siquiera éramos conscientes de todo lo que estaba sucediendo y menos aún pudimos influir en el desarrollo de los hechos?

Si embargo, en la medida que crecemos y maduramos, creemos que el mundo depende de nosotros y que tenemos su control. ¡Nada más falso! Yehováh es quien maneja la historia, si bien es cierto que nos ha dado cierto nivel de participación en su desarrollo, es muy poco lo que podemos hacer; más bien si algo ha de ser relevante de nuestras acciones, será lo que hagamos con miras al establecimiento de Su Reino. Todo lo demás es efímero y terminará cuando tengamos que partir. Y a propósito, lo haremos cuando Yehováh lo determine. No la víspera de ese día, ni el día después.

Pero cuando perdemos de vista todo lo anterior, nuestro ego se crece, nos volvemos autosuficientes y la fe se convierte en algo así como un accesorio para mantener tranquila la conciencia, nada más. Es entonces cuando Yehováh nos califica como “un pueblo de dura cerviz”.

Hoy, cuando miramos los relatos bíblicos, confirmamos con cierto asombro que nuestros padres, “ese pueblo que salió de Egipto“, realmente era muy duro. ¿Pero acaso somos nosotros, sus descendientes, somos mejores que ellos?

Moshé le recordó a esa generación que sus padres habían muerto en el desierto a causa del miedo irracional que tuvieron ante el informe de los diez espías y que luego expresaron de múltiples maneras, olvidando Quién los había traído hasta allí.

El temor conduce a la rebelión y finalmente a la muerte. Por eso es importante preguntarte ahora: ¿A qué le tienes miedo? ¿Qué es lo que te genera esa sensación de angustia o de ansiedad respecto del futuro? ¿Cómo reaccionas cuando ves a la gente atrapada en el miedo colectivo por causa de esta pseudo-pandemia? ¿Qué piensas de los cambios que están sucediendo y que han dejado de ser meras “teorías conspiranóicas“?, ¿sientes que no tienes el control de lo que sucede alrededor tuyo?, ¿que debieras tomar ciertas precauciones?

La Toráh definitivamente nos dice que es sabio hacer esto último; pero eso no significa que todo dependa exclusivamente de nosotros, ni tampoco que nos quedemos paralizados por el miedo esperando que Yehováh lo haga todo. De hecho la linea divisoria entre la precaución y el miedo es muy fina y casi imperceptible; y la única manera de no cruzarla es manteniéndonos enfocados en la perfecta Soberanía de nuestro Padre por un lado; y por el otro, afirmando nuestra confianza en sus promesas que antaño hizo a nuestros padres, porque sabemos que:

Yehováh, no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo cumplirá? Números 23:19

¿Cómo entonces combatir el miedo?

Yehováh recordaba a nuestros ancestros vez tras vez, que era Él quien los había sacado de Mitsrayim (Egipto). ¿Por qué? La respuesta es sencilla: Porque el pueblo olvidaba que la libertad que estaba disfrutando en ese momento, no era producto de su propia fuerza, sino que era Yehováh quien lo había liberado porque tenía un propósito al hacerlo. ¡Sí; Yehováh solo, los había sacado! Ellos no hicieron nada para romper las ataduras de la esclavitud; simplemente salieron cuando se le dijo que lo hicieran, porque Yehováh, el autor de su libertad se había comprometido años atrás con Avrahm, Yitsjak y Ya’akov, afirmándoles que la descendencia de ellos regresaría a esa tierra; ese era Su plan; por qué temer entonces? Ese proyecto que estaba en marcha ¡era de Yehováh, más que de ellos! Es claro que no fueron nuestros padres los que un día se levantaron y pensaron: ¡Organicémonos para marcharnos de Mitsrayim, rebelémonos y vámonos a nuestra tierra!

¿Te das cuenta? Cuando sacamos a Yehováh de la ecuación, es decir del panorama en el que estamos viviendo, quedamos nosotros solos enfrentando riesgos y peligros que nos parecen imposibles de superar.

El secreto para no tener miedo, es pues, recordar que el Plan Eterno que está en desarrollo y del cual formamos parte, es de Yehováh y no nuestro; recordar que nosotros hemos sido insertados en alguna fase de ese plan, y que por tanto debemos buscar atentamente Su dirección para comprender lo que Él espera de nosotros; recordar cuáles son sus promesas para no terminar considerándonos a nosotros mismos como langostas insignificantes, y a los enemigos como poderoso e invencibles gigantes; recordar que todo esto es pasajero y que solo buscar el Reino y su justicia, dará sentido a nuestras vidas.

Tú y yo hemos sido elegidos para vivir en esta época; si no fuésemos capaces de enfrentar lo que viene para dar Gloria a Yehováhno estaríamos acá. Tenemos un enorme privilegio al poder ser testigos vivientes del cumplimiento de profecías reveladas hace miles de años, que los mismos profetas no pudieron entender, porque:

“A éstos (los profetas) se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Ruaj Ha’Kodesh enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.” 1 Pedro 1:12

Somos privilegiados al vivir en este tiempo. Por eso no podemos darle paso al temor; porque podemos confiar en que los Planes Eternos de nuestro Padre están en perfecto desarrollo.

¿Qué hacer entonces?  Busca la guía de nuestro Padre y pregúntale:  ¿Con que propósito específico me enviaste a este mundo? ¿Cómo debo usar los dones, talentos, educación, contactos, bienes, y demás que me has provisto? ¿Cuál es mi tarea? ¿Qué es lo que esperas de mí cada día?

Porque hemos de ser catalizadores y no estorbo, para que Sus planes se completen; no sea que terminemos como nuestros ancestros en el desierto, cuyo temor no solo dilató la conquista de la Tierra Prometida 40 años, sino que les costó su vida en el desierto.

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