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Devarim 26:1 – 27:26 | Ki tavó

Parashá Trienal – Devarim 26:1 – 27:26

Nombre de la Parashá: Ki tavó – Cuando entres

Lecturas Complementarias: Isaías 60:1-22 | Apocalipsis 21:9; 22:7

Conforme los hijos de Yisrael se preparaban para ingresar en la Tierra Prometida a sus padres Avraham, Yitsjak y Ya’akov, Yehováh les instruye por medio de su siervo Moshé respecto de cómo celebrar y conmemorar ese hecho histórico, trayendo las Primicias (Bikkurim), año tras año al lugar donde habría de estar la Casa de Yehováh y levantando un altar en el monte Ebal, donde habría una ceremonia de renovación del pacto.

No confundamos estas primicias con las presentadas durante la semana de Matzot, el día de Bikkurim (día siguiente al Shabbat semanal), que eran solo harina de Cebada. Aquí nos referimos a las primicias de siete especies: Trigo, cebada, uvas, higos, granadas, olivas y dátiles, que se cosechaban para el tiempo de la Fiesta de Shavu’ot.

El Talmud narra en Bikkurim 3:1 que la manera en que los israelitas marcaban esos primeros frutos, era atando una cinta o cordón alrededor de ellos una vez identificados, reservándolos hasta el tiempo de la cosecha, como pertenecientes a Yehováh.

Entonces llegado el tiempo del Festival de Shavu’ot, se realizaba un alegre desfile con la participación de las multitudes que venían a Yerushalayim para presentar esos frutos a Yehováh. 

Una vez llegaran a la Casa de Yehováh, los peregrinos presentaban sus primicias ante el sacerdote, quien las ofrecía ante el altar como ofrenda mecida. El hombre presentando la ofrenda hacía la declaración de Deuteronomio 26:5-10:

‘Mi antepasado era un nómada de Aram. Bajó a Mitsrayim con pocos habitantes y se quedó. Allí se convirtió en una nación importante, fuerte y numerosa. Pero los mitsritas nos trataron mal; nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud.
Entonces clamamos a Yehováh, el Dios de nuestros antepasados. Yehováh nos escuchó y vio nuestra miseria, el trabajo y la opresión y Yehováh nos sacó de Mitsrayim con mano fuerte y brazo extendido, con gran terror y con señales y prodigios. Ahora nos ha traído a este lugar y nos ha dado esta tierra, una tierra que mana leche y miel.
Por eso, como ves, he traído ahora las primicias de la tierra que tú, Yehováh, me has dado.’ 

Los sacerdotes recibían entonces las primicias y podían comer de ellas solo si estaban en condición de pureza ritual.

El mandamiento de presentar las primicias delante de Yehováh, es similar a otras ofrendas: El primogénito del hombre o de los animales, pertenece a Yehováh. El diezmo de los incrementos, pertenece a Yehováh. Así mismo los levitas deberían entregar el diezmo de los diezmos que recibían. Si bien esto solo aplica a los Israelitas agricultores o criadores de animales habitando en la tierra de Israel cuando estaba en pie la Casa de Yehováh, haremos bien en procurar replicar estas prácticas de alguna manera según la condición de cada uno. 

Estas primicias se aplicaban a la masa para el pan, al aceite que se entregaba en la Casa de Yehováh, etc. la idea es que tengamos presente que todo lo que obtenemos, es posible porque nuestro Padre es quien nos faculta para lograrlo y al apartar las primicias estamos reconociéndolo como Proveedor. De esto se trata lo que enseñó Yeshúa cuando dijo:

Pero buscad primero su Reino y su justicia, y todas estas cosas se os darán también. Mateo 6:33

Declaración de haber cumplido con el Segundo Diezmo

Después de separar la décima parte de las cosechas producidas en el tercer año, el año de la separación de la décima parte, y de dársela al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, para que tengan suficiente comida para satisfacerlos mientras permanezcan con vosotros; declararás en presencia de Yehováh tu Dios: ‘He sacado de mi casa de las cosas reservadas a Dios y se las he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, cumpliendo cada una de las mitzvot (ordenanzas) que me diste. No he desobedecido ninguna de tus mitzvot ni las he olvidado. Deuteronomio 26:12-13 

Ya hemos estudiado que estos segundos diezmos se apartaban según el ciclo de los años Sh’mitah (siete años) cada tercer año para ser compartidos con las personas en necesidad: Viudas, huérfanos, extranjeros y levitas.

De luto, impuro, por los muertos…

No he comido nada de este alimento cuando estaba de luto, no he apartado nada de él cuando estaba impuro, ni he dado nada de él por los muertos. He escuchado lo que Yehováh mi Dios ha dicho, y he hecho todo lo que me has ordenado.
Deuteronomio 26:14

Cuando estaba de luto“. Esta declaración la entendemos cuando recordamos la actitud de Aarón ante la muerte de sus hijos Nadab y Abiú en el Tabernáculo. Aarón le respondió a Moshé, ante el reclamo de por qué no había comido de la ofrenda, que no era indicado hacerlo ante los ojos de Yehováh, porque si bien al comer debería haber una actitud de regocijo y gratitud, él en ese momento no podía comportarse de tal manera ante la muerte de sus hijos. Moshé aceptó la razón y tal parece que a partir de allí quedó eso como una mitzváh, que es completamente comprensible. Ante el dolor de la pérdida de un ser querido, usualmente nadie quiere celebrar comiendo; más bien se abstiene de consumir alimentos por el luto.

No he apartado (tomado) de ellos estando impuro“. Aquí no hay claridad en el texto hebreo; parece referirse a que la persona cuando estaba apartando el diezmo no se encontraba en una condición de impureza ritual; pero puede referirse también a que el diezmo en cuestión no estaba en condición de impureza, lo cual podía suceder cuando tal porción entrara en contacto con algo inmundo. El segundo diezmo debería ser comido en Yerushalayim. Así en caso de que el diezmo estuviera ritualmente contaminado, el dueño debía redimirlo pagando su precio total y añadiendo un quinto a su valor, para comprar alimentos ritualmente puros al ascender a Yerushalayim para consumirlos allí.

…Ni he dado nada de él por los muertos“. La interpretación que han hecho tradicionalmente los “sabios” de Israel, es que el dinero procedente de redimir el diezmo, había sido utilizado solo para comida, y ni siquiera para los gastos de un funeral. Ver Deuteronomio 14:26-27.

Esto es un poco complicado de entender, porque cuando uno redimía el diezmo, se estaba pagando a sí mismo, apartando ese dinero mas un quinto del total, para uno mismo usarlo en Yerushalayim.

Renovación del Pacto

“Hoy Yehováh tu Dios te ordena obedecer estas leyes y reglas. Por lo tanto, debes observarlas y obedecerlas con todo tu corazón y todo tu ser. Hoy estás aceptando que Yehováh es tu Dios y que seguirás sus caminos; observarás sus leyes, mitzvot y reglas; y harás lo que Él dice. A su vez, Yehováh está de acuerdo hoy en que tú eres su propio y único tesoro, como te lo prometió; que debes observar todas sus mitzvot y que te elevará por encima de todas las naciones que Él ha hecho, en alabanza, reputación y gloria; y que, como dijo, serás un pueblo santo para Yehováh tu Dios”.
Deuteronomio 26:16-19

De nuevo tenemos aquí votos parecidos a los que se realizan en una boda. Tanto el pueblo como Yehováh, declaran su compromiso; ahora bien, no aparece en el texto una declaración explícita del pueblo, pero se infiere que aceptaron todo lo que Moshé venía diciendo en su largo discurso.

¡La promesa de Yehováh sigue siendo vigente! Reflexiona en cada una de sus palabras y deja que el Ruaj (Espíritu) de Yehováh te revele su significado y lo que implica esa promesa para los momentos que estamos viviendo.

Capítulo 27

Con el capítulo 27 se inicia el tercer discurso de Moshé, donde recapitula una vez más la importancia de mantener fresca la responsabilidad de obedecer los Mandamientos -la Toráh – o Instrucciones de Yehováh. Era tan crucial, que se ordenó hacer un muro de piedras, revocarlas con cal y escribir allí las Palabras de la Toráh para testimonio permanente al pueblo. Acto seguido se recitarían a viva voz las maldiciones que resultan de proceder incorrectamente, y todo el pueblo respondería: Así sea!

¿Por qué Yehováh eligió esos dos montes?

La historia de Avraham nos da la respuesta. La villa de Siquem se hallaba en un valle en medio de esos dos montes. Y fue en Siquem que Avram levantó sus tiendas por primera vez cuando entró en la tierra de Canaán. Fue en ese lugar que Yehováh le anunció que le daría esa tierra y Avram levantó el primer altar allí:

Y atravesó Avram el país hasta el lugar de Siquem, hasta la encina de Moré. Y el cananeo estaba entonces en la tierra. Y Yehováh se apareció a Avram y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Entonces él edificó allí un altar a Yehováh que se le había aparecido. Genesis 12:6–7

400 años después, la descendencia de Avraham llegó a Siquem y levantó un altar justo donde este lo había hecho. Años después, Josué, dijo su discurso de despedida bajo un roble en este mismo lugar haciendo memoria de que Yehováh había traído a Avraham a este lugar.

La construcción del altar y la ceremonia de renovación del pacto, la encontramos en Josué 8:30-35.

A continuación se haría la enumeración de las bendiciones que vienen como resultado de seguir las Instrucciones de Yehováh. Posteriormente, de manera profética Moshé enumera los resultados de la desobediencia, de cuyo cumplimiento hoy somos testigos.

Sois pueblo de Yehováh

A continuación, Moshé y los cohanim, que son L’vi’im, hablaron a todo Yisra’el. Dijeron: “¡Guarda silencio y escucha, Yisra’el! Hoy te has convertido en el pueblo de Yehováh tu Dios. Por lo tanto, debes escuchar lo que dice Yehováh tu Dios y obedecer sus mitzvot y sus leyes, que yo te doy hoy.” Deuteronomio 27:9-10

A este punto surge la pregunta: ¿Acaso Yisra’el no era ya el pueblo de Yehováh? En el Talmud Rabbi Yehudah lo explica así:

¿Fue ese día que la Toráh fue entregada a Yisra’el (y llegaron a ser pueblo de Yehováh)? ¿No era ese día el final de los 40 años? Más bien se trata de enseñar a aquellos que la estudian, que la Toráh es tan preciosa como el primer día cuando fue entregada en el Monte Sinay.

Digámoslo más claramente: Sí. Yisra’el ya era pueblo de Yehováh; pero un pacto no es algo que se hereda. Cada generación necesita entrar en ese pacto con el Creador. Cada generación, cada individuo, tiene la responsabilidad de elegir el yugo de la Toráh y de servir a Yehováh.

Maldiciones por los pecados secretos

En los versos 27:11-13, Moshé hace mención de doce maldiciones por diversas transgresiones que son de naturaleza privada, es decir de cosas que el hombre suele hacer en lo oculto o a escondidas; por tanto son cosas por las que una persona no puede ser juzgada en una corte o Sanhedrín, al no haber testigos. Helas a continuación:

  • Idolatría en secreto.
  • Desprecio de los padres.
  • Mover los linderos – cosa que hace a escondidas del vecino.
  • Guiar erróneamente al ciego.
  • Pervertir el derecho del forastero, el huérfano y la viuda.
  • Diversas perversiones sexuales (relaciones con la madrastra, con su hermana, con la suegra o con animales).
  • Violencia contra el prójimo en secreto.
  • Aceptar soborno para pervertir el derecho.
  • Quienes no confirmen las palabras de esta Toráh.

La última maldición abarca todas aquellas cosas que sin ser secretas, son un quebrantamiento de la Toráh igualmente.

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