Los libros sagrados del Pueblo Hebreo fueron considerados siempre patrimonio de toda la comunidad de Yisrael. Nunca fueron posesión de una élite privilegiada, como sucediera a menudo con los textos sagrados de otras comunidades. Si bien es cierto que a los sacerdotes y a los levitas, se les encomendó la custodia de los libros sagrados, también se les confió la responsabilidad de enseñar la Toráh – Instrucciones de Yehováh al pueblo, sin que esto significara que ellos tuvieran el dominio exclusivo del estudio y conocimiento de ella.

La clave de la supervivencia del pueblo Judío ha dependido de la fidelidad en el cumplimiento de esta misión. Por esta razón, la ignorancia de la Toráh es imperdonable entre los judíos, aparte de que la misma Toráh hace esta demanda en forma reiterada. El propio Moshé señaló este camino al enseñarla al pueblo:

“Y tomó (Moshé) el Libro del Pacto y leyó a oídos del pueblo” Exodo 24:7 

 Una de las disposiciones de la Toráh exige específicamente la lectura de todo el libro de Deuteronomio ante el pueblo reunido:

Y Moshé les mandó, diciendo: Al fin de cada siete años, en el tiempo señalado del año de remisión, en la solemnidad de los Tabernáculos (Sukkot), cuando todo Yisrael vaya a presentarse ante Yehováh tu Elohim en el lugar que Él haya escogido, leerás esta Toráh delante de todo Yisrael a oídos de ellos.

Congregarás al pueblo, hombres, mujeres y niños, y a tu extranjero que está en tus puertas, para que escuchen y aprendan, y teman a Yehováh  vuestro Elohim, y guarden las palabras de esta Toráh para cumplirlas.

Y para que los hijos de ellos que no la conocen, escuchen y aprendan a temer a Yehováh vuestro Elohim, todos los días que viváis sobre la tierra adonde vais, pasando el Yardén, para tomar posesión de ella. Deuteronomio 31:12 

 Así era que cada siete años, al final de cada año Sabático, todo el pueblo de Yisrael debía ser convocado, durante la festividad de Sukkot para ser educado por los sacerdotes y levitas, quedando claro desde el principio de su existencia como nación, que eran el pueblo elegido por Yehováh para desarrollar esa identidad única, razón por la cual los libros sagrados nunca fueron documentos secretos, sino patrimonio de toda la comunidad.

 La tradición atribuye a Moshé la práctica de leer públicamente porciones de la Toráh en Shabbat, en las Festividades de Yehováh y en Rosh Jodesh (Luna Nueva). Sin embargo la lectura por porciones, como la conocemos hoy, data de la época del cautiverio en Babilonia (siglo IV AC).

SURGIMIENTO DEL SERMON

Al principio no hubo un orden establecido para la lectura pública de la Toráh; mas no por eso, dejó de influir profundamente en la vida del pueblo hebreo a través de su historia. Con el tiempo, la lectura sistemática de la Toráh en cada Shabbat y en los Días Festivos cobró más importancia logrando así una significativa influencia sobre el pueblo. La razón, es que hubo un fuerte énfasis en que la Toráh no sólo debía ser leída, sino también comentada y explicada para facilitar su aplicación, de lo cual da testimonio la siguiente porción del libro de Nehemías:

 Y los levitas Jesuá, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la Toráh, y el pueblo permanecía atento en su lugar. Y leían en el Rollo de la Toráh de Dios explicando y aclarando el sentido, de modo que entendieran la lectura. Nehemías 8:7-8

Cuando el pueblo hebreo retornó del exilio en Babilonia, cosa que relatan los libros de Esdras y Nehemías, había dejado de hablar la lengua hebrea, debido a que en ese reino el idioma común era el arameo. Entonces se hizo necesario traer una persona para traducir en voz alta cada frase a medida que se hacía la lectura.

 Posteriormente, El Talmud registra el establecimiento de la práctica llevada a cabo por los Rabinos, de explicar ampliamente el sentido del texto leído.  Ellos utilizaban parábolas para presentar las verdades y facilitar su aplicación a la vida cotidiana. Este fue el origen del sermón, tradición establecida entre los judíos desde hace mucho tiempo, y cuya finalidad era explicar la Toráh y también enseñar el judaísmo al público congregado, lo cual no ha cambiado hasta el presente.

En vista de que los lunes y jueves eran los días de mercado, cuando los campesinos llegaban a las ciudades para vender sus productos y hacer sus compras, surgió una excelente oportunidad para reunir al pueblo por unas horas esos mismos días a fin de enseñarle algo de la Toráh. Pero como los comerciantes urbanos estaban ocupados estos días atendiendo a los campesinos que venían y no podían asistir a tales reuniones, se estableció para beneficio de ellos la lectura adicional de la Toráh el Shabbat por la tarde.

LA PARASHA

La porción de la Toráh que se lee semanalmente se denomina en hebreo:  Parashat ha-Shavua, pero es más conocida simplemente como Parashá (o Parshah) y también recibe el nombre de Sidra (o Sedra).

Cada Parashá, toma su nombre de la primera palabra del texto hebreo de la porción en cuestión, a menudo del primer verso.

 Cuando se inició esta práctica, la Toráh fue dividida en 155 porciones, lo que requería de tres años para su lectura completa. A principios del siglo XIX y XX, tanto las Sinagogas Reformadas como también algunas Conservadoras mantuvieron este ciclo trienal; pero esta costumbre fue siendo reemplazada poco a poco por el ciclo anual que sigue la mayoría hoy día.

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Maimónides, el rabino que propuso la división de la lectura anual, entre los años 1170 y 1180

Es muy importante ser conscientes de que ni la división anual, ni la trienal para la lectura de la Toráh, son inspiradas y por tanto no es mandatorio seguir una de ellas. Pero es indudable que para el propósito de familiarizarnos y ahondar en la comprensión de la Toráh y su papel como fundamento del resto de las Escrituras, es muy conveniente mantenernos leyéndola de forma permanente.

Tampoco existe un mandato respecto a cuándo empezar a leer la Toráh. Pudiera ser en cualquier fecha y si alguien desea y puede leerla toda de una vez, sería grandioso! Pero como somos una sociedad con tiempo muy limitado, es conveniente establecer un orden; y comprometiéndonos con nuestro Padre, podemos determinar cuándo y cómo realizar tal lectura-estudio; así cuando tengamos la oportunidad de reunirnos con otros hacedores de la Toráh, podremos tener verdades frescas para compartir con los ellos conforme vamos descubriendo los tesoros que hay en ella y que seguramente están transformando nuestra vida.

Si hemos de afirmar nuestra identidad como Pueblo de Yehováh, necesitamos mantenernos sumergidos en su Palabra, porque de otra manera no seremos capaces de discernir la Verdad, entre la multitud de voces y mensajes que llegan cada día a nuestros oídos. El camino es angosto y mantenerse dentro de él requiere de toda nuestra atención a las Instrucciones -Toráh que nuestro Padre nos ha proporcionado.