Abraham y Lot

Bereshit 12:1 – 13:18 | Lekj Lekjá

Parashá Trienal – Bereshit (Génesis) 12:1 – 13:18

Nombre de la Parashá – Lekj Lekjá – Sal (de tu tierra)

Lecturas Complementarias: Josué 24:3-18 | Hebreos 11:1-10

El plan de Yehováh en plena acción

Esta porción (parashá) de la Toráh es particularmente interesante, por cuanto nos permite ver cómo Yehováh comienza a dar forma concreta a su plan de redimir su creación. No que antes no hubiera tenido cuidado de ese hilo de generaciones que habría de desembocar en Abraham, porque como hemos visto, después de Adam, Seth, Enoj, por mencionar solo algunos, nació Noaj quien era perfecto en sus generaciones. Y a partir de allí se concreta el proceso que habrá de dar a luz al pueblo de Yehováh. Abraham pues, recibe un llamado particular y habiendo respondido a él, no sin dificultades, se convierte en el padre de todos los que creemos. Veamos varios aspectos importantes de Pacto que Yehováh realizó con él:

  1. Yehováh hace un pacto con un individuo y con su descendencia, por medio de la cual llegaría nuestro Mesías (El Ungido) que habría de restaurar el camino para que pudiéramos regresar al Padre.
  2. El Pacto no dependió de la obediencia perfecta de Abraham. De hecho poco después de haberlo realizado, Abraham enfrenta su falta de fe al pedirle a Sarah que se haga pasar por su hermana; lo que lejos de prevenir el problema que temía, resultó en la abducción de ella por parte del Paroh. El Pacto dependió – y aún depende, de la fidelidad inconmovible de Yehováh.
  3. El Pacto no está limitado por el tiempo, ni por el espacio, ni por un número determinado de generaciones. Es un pacto abierto que traerá la bendición de Yehováh a quienes actúen conforme a la fe de Abraham en cualquier lugar de la tierra y en cualquier época.

Un largo camino de pruebas y desafíos

Acostumbramos a pensar en los patriarcas y en los grandes hombres de la antigüedad, como gigantes sin defectos que fueron equipados de manera única para llevar a cabo sus tareas. Pero la Biblia nos relata las debilidades de ellos y nos muestra que aquellos “grandes” eran como cualquiera de nosotros. ¿Qué hizo pues la diferencia? Su fidelidad; su tenacidad; su permanencia; su humildad para reconocer la necesidad de depender de su Creador; su claridad respecto de su identidad como parte de un pueblo con una misión.

Yehováh no aparecía a Abraham frecuentemente; pasaban años entre una y otra de sus interacciones personales, lo que daba lugar a probar la obediencia y la seriedad del pacto en que éste había entrado. Por ejemplo, cuando Abraham tiene 75 años, es cuando recibe la promesa de que en él serían benditas todas las familias de la tierra. Pero pasan un buen número de años, hasta que en otro encuentro, Dios le promete una gran descendencia y otros años más hasta que tal promesa se cumple; en total entre le esa primera promesa y la llegada de su hijo, pasaron 30 años! Sin embargo Abraham no se dio por rendido ni renegó de Yehováh, ni torció sus caminos a causa del silencio de Yehováh por todos esos años.

Abraham muestra una característica a lo largo de su vida: Cada vez que hay un motivo, construye un altar para adorar a Yehováh. Casi que podríamos decir que andaba en busca de disculpas para construir tales altares. Esto muestra que no es un hombre religioso, sino una persona consciente de la importancia de honrar a su Creador. Esa es la diferencia entre quienes juegan a la religión – yendo a servicios periódicos, llevando las tradiciones heredadas de hombres, acudiendo a un dios para emergencias, etc., y una persona que tiene una relación viva con Dios, a quien encuentra presente en cada una de las actividades de su vida diaria. ¡Cómo no exaltarle! Cuando abrimos cada día los ojos y podemos mirar al rededor nuestro, y apreciar las grandes cosas que ha hecho: las aves, las plantas, los cielos, la luna, las estrellas, los seres amados que nos rodean, etc. Cuando nos vemos a nosotros mismos con tan enormes capacidades con las que nos ha dotado: sentidos, capacidad de pensar, de raciocinar, de decidir, de amar, aún de odiar…

Abraham en Mitzrayim (Egipto)

Los “sabios” judíos hablan de que Abraham pasó por 10 pruebas:

  1. El llamado a salir de su tierra
  2. La hambruna en Canaán
  3. La abducción de Sarah en Mitsrayim (Egipto)
  4. La guerra con los cuatro reyes
  5. La larga espera por su hijo y su casamiento con Hagar
  6. El mandamiento de la circuncisión
  7. La abducción de Sarah por Abimelec
  8. El exilio de Hagar después de dar a luz
  9. El exilio de Yismael
  10. El sacrificio de Yitsjak

Y quizás hubo otras no registradas. Sin embargo podemos apreciar varias cosas aquí. Algunas de estas pruebas fueron el resultado de decisiones mal tomadas, por lo cual tuvo que enfrentar sus consecuencias; si bien Yehováh intervino para que las cosas no trascendieran a mayores problemas.

Otras fueron el resultado de circunstancias fuera de su control: la guerra para rescatar a Lot su sobrino, la espera por su hijos, etc. Pero en todas estas pruebas vemos un hombre cuyo carácter se fortalece, y que en lugar de apartarse de Yehováh se apega más a Él. Esa es la clave. Nada sucede en nuestra vidas que esté por fuera del control de Yehováh; y si creemos que es así, entonces podemos dar gracias por cada una de ellas aunque en el momento de enfrentarlas sean dolorosas.

Nuestras prioridades, determinan nuestras decisiones

Ese fue el caso de Lot. El relato es muy similar al de Hava (Eva) en el Jardín del Edén:

Y alzó Lot sus ojos y vio toda la llanura del Jordán, la cual toda ella era de regadío, como el huerto de y Yehováh, como la tierra de Egipto en dirección a Zoar… Y Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán. Partió luego Lot hacia el oriente, y se separaron el uno del otro.        Génesis 13.10-11

Decisiones tomadas por los sentidos, siempre nos acarrearán problemas. Cuando levantamos los ojos, cuando escuchamos, cuando sentimos, cuando olfateamos y esa experiencia determina nuestras elecciones, seguramente estaremos errando. Por supuesto, al primer momento nos parecerá todo bien, porque esos sentidos se agradan y se complacen; pero las consecuencias a largo plazo nos mostrarán que estábamos equivocados.

Lot escogió la mejor parte y el resultado final fue que perdió todo el fruto de su trabajo; además se involucró en relaciones promiscuas con sus hijas, quienes dieron a luz dos naciones que serían espinas en los costados de Yisrael en el futuro: Los Amonitas y los Moabitas.

Abraham por su parte, recibe una confirmación de su herencia. Tan pronto se apartó Lot de él, Yehováh se le pareció de nuevo, le mostró su futura heredad y le prometió que su descendencia la heredaría, si bien él mismo tuvo que vivir como forastero en ella.

Las promesas de Yehováh trascienden el tiempo  y el espacio. Pero aunque no veamos su cumplimiento, necesitamos mantenernos firmes, porque Fiel es el que promete y finalmente cumplirá su Palabra.

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