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Obediencia a la Toráh: Base de la Autoridad Espiritual

Es común hoy en día escuchar a quienes se dicen ser seguidores de “Jesús”  (Yeshúa es su verdadero nombre), hablar de la autoridad que les ha sido conferida como líderes de sus congregaciones, autoridad que éstos toman para hacer guerra espiritual, entre otras cosas.

Para quienes hemos vivido la experiencia de pertenecer a una congregación cristiana, es usual ver este tipo de confrontaciones espirituales en muchos servicios religiosos como parte del “cronograma” del culto.

La frase en el nombre de Jesús, ha sido la expresión sobre la cual muchas personas son movidas a hacer cierto tipo de declaraciones con el propósito de “ganar la batalla contra el enemigo”, atendiendo a algunos pasajes contenidos en el Nuevo Testamento tales como: “… y éstas señales seguirán a los que creen en mi nombre; echarán fuera demonios…” Marcos 16:17, o “…señor, aún los demonios se nos someten en tu nombre…” Lucas 10:17, etc.

Sin embargo, tal declaración ha sido despojada de su contexto, y se ha convertido en una mera fórmula o cliché, que la mayoría de creyentes nos sentimos atraídos a usar convencidos de que veremos una respuesta automática, sin examinar cómo están nuestras vidas repecto a nuestro caminar con el Padre.

Bajo ésta óptica, cabe la siguiente pregunta: ¿Hemos sido realmente llamados a librar éste tipo de batallas?

En primer lugar, podríamos decir que sí. En efecto, como miembros del cuerpo de creyentes en Yeshúa, hemos sido equipados con su autoridad y con el Espíritu Santo (Ruaj HaKodesh); no obstante, debemos entender que la autoridad a la que se refieren las Sagradas Escrituras es aquella que proviene de una vida en plena sujeción y obediencia a las instrucciones dadas por nuestro Padre Celestial, tal como Yeshúa lo hizo.

Ahora bien, aunque podemos estar expuestos a éste tipo de situaciones, debemos enfrentarlas cuando se presenten, pero no debiéramos andar en su búsqueda, yendo al extremo de “blasfemar de las potestades superiores” como lo dijo Judas (Yahudáh) en su carta, viendo demonios por todos lados y reprendiéndoles, llegando al punto de engrandecerlos ya sea a ellos o al adversario (haSatan) y no a Yehováh. Tengamos presente que desde nuestra perspectiva occidental, crecimos con la noción de que el diablo es un archienemigo de Yehováh, planteando en nuestras mentes, la imagen de una lucha en la que nuestro Creador se halla en extremo y el Maligno en el otro.

En contraste con éste panorama, podemos observar que es nuestro Creador quien ejerce la soberanía absoluta en el Universo y en todas las cosas creadas, tal y como lo expresa el profeta Isaías cuando dice:

“…Yo formo la luz y creo las tinieblas; hago la paz y creo la adversidad. Yo, Yehováh, hago todas éstas cosas…” Isaías 45:7,

de tal suerte que todo está bajo su control, una verdad que realmente nos hace libres.

De otro lado, es notoria la poca actividad de éstos entes espirituales en los registros del Antiguo Testamento, lo cual debe llamarnos la atención cuando abordamos el estudio de los Evangelios, en dónde se narran con frecuencia episodios en los cuales Yeshúa y sus discípulos ejercen su autoridad para expulsar a los demonios.

Sobre el particular encontramos el siguiente pasaje, el cual pasaremos a analizar:

Lucas 4 “(…)  31 Y descendió á Capernaum, ciudad de Galilea. Y los enseñaba en los sábados.32 Y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.33 Y estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de un demonio inmundo, el cual exclamó á gran voz,34 Diciendo: Déjanos, ¿qué tenemos contigo YESHÚA Nazareno? ¿has venido á destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Yehováh. Y Yeshúa le increpó, diciendo: Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno.36 Y hubo espanto en todos, y hablaban unos á otros, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y potencia manda á los espíritus inmundos, y salen? Y la fama de él se divulgaba de todas partes por todos los lugares de la comarca.

 Del pasaje anterior, podemos evidenciar que: (i) Yeshúa como era su costumbre, enseñaba en los días de Shabbat; (ii) Su intención al llegar a la sinagoga estuvo lejos de iniciar una contienda con los espíritus inmundos, ya que éstos se manifestaron como consecuencia de la enseñanza impartida con autoridad del Mesías; (iii) Ante la manifestación del espíritu inmundo Yeshúa no buscó hacer alarde o espectáculo frente a los asistentes; más bien, quienes presenciaron lo ocurrido, mostraron admiración y respeto, reconociendo la verdadera autoridad de nuestro Mesías, que no era como la de los escribas y fariseos, quienes decían y no hacían, haciendo alusión obviamente, a los mandamientos de nuestro Padre celestial.

A partir de esas consideraciones, podemos notar que las manifestaciones de las tinieblas se hicieron más evidentes con la venida de nuestro Mesías Yeshúa, que vino para deshacer las obras del enemigo (1ª de Juan 3:8), quien a su vez sabe que le queda poco tiempo antes de que se dé la consumación de todas las cosas.

Por ello, como discípulos de Yeshúa, debemos cuidar la forma en que enfrentamos éstas luchas espirituales, entendiendo antes que todo, que cada vez que pedimos algo, o que hacemos una declaración en el nombre de Yeshúa, lo hacemos porque estamos bajo su autoridad y enseñanza, la cuál está basada totalmente en los mandamientos dados por Yehováh: La Toráh.

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