No deja de sorprender cómo el Faraón en reiteradas ocasiones cambiaba su decisión de dejar partir a los hebreos. Cuando las plagas lesionaban su reino y no podía hallar explicaciones, entonces bajaba la cabeza, reconocía su error y llegó hasta a pedir oración por él! entonces decidía sinceramente dejar ir a los hebreos. Pero cuando todo se calmaba, su orgullo retornaba y de nuevo permitía que su arrogancia tomara el control.
En efecto, era una manera absurda de proceder. Pero… ¿acaso nosotros no hacemos lo mismo? Cometemos errores y cuando nos damos cuenta de las consecuencias de los mismos, quedamos acorralados y hasta nos duele haber fallado llegando a avergonzamos. Es entonces cuando hacemos promesas, juramentos, alianzas, o lo que sea necesario, con tal de minimizar las consecuencias y procurar evitarlas de nuevo. Y es probable que seamos sinceros en ese momento; lamentamos tal comportamiento, hasta la próxima vez, cuando ya asimilado el dolor u olvidadas las consecuencias, volvemos a cometer la misma falta nuevamente.
Así opera nuestra humana naturaleza. Te sientas a mirar absolutamente nada en la televisión hasta las 3 a.m. un día de semana y prometes que mañana será diferente. Realmente así lo quieres. Hasta que el mañana llega; la culpa y frustración han disminuido, no estás cansado y hay algunos buenos programas… y a las 3 a.m. te prometes de nuevo, que no volverá a ocurrir! O te levantas con una resaca jurando no volver a tomar un trago nunca más, hasta que más tarde aquella noche te ofrecen un trago y… caes de nuevo.
O te terminas toda una torta de queso en medio de la dieta. Te sientes mal y horrorizado y te dices que no volverás siquiera a mirar comida alta en calorías porque te disgusta muchísimo. Realmente lo sientes en ese momento. Pero mañana es un nuevo día y la tarta de queso se ve muuuy tentadora nuevamente.
Entonces volvamos al Faraón. ¿Estaba listo para otra plaga sólo porque el dolor de la plaga anterior había disminuido? ¡Es una locura! Pero nosotros hacemos lo mismo, y es igualmente alocado. Sin embargo, puede haber una diferencia con Faraón: reconocer que estamos cometiendo una locura.
Si lo hacemos así, existe la posibilidad de poder cambiar, y tal decisión solo la podemos tomar nosotros. El problema es que entre más la retrasemos, mayor será el control sobre nosotros de aquello que deseamos abandonar.
¿Cuál es tu desafío? ¿Cuál es tu reto? El apóstol Shaúl afirma:
Porque no nos ha dado Yehováh espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo 1.7
Sin embargo, pensar – al igual que el Faraón – que esa manera alocada de vivir, finalmente nos traerá la solución a tales dificultades, es simplemente posponer lo inevitable. El momento es hoy; es ahora. Toma la decisión que has estado retrasando y de una vez, modifica para bien tu vida y las de aquellos que te rodean.