PARASHÁ TRIENAL – Devarim 9Deuteronomio) 3:23 – 4:9
Nombre de la Parashá: Wa’etjanán – Y supliqué
Lecturas Complementarias: Jeremías 32: 16-17 | Romanos 2:1-29
¿Sabías que el pueblo de Israel fue pionero en establecer la educación para niños? Ya en el primer siglo comunidades judías ofrecían educación escolar para los niños.
La porción inicia con el recuerdo de Moshé suplicando a Yehováh que le fuera permitido entrar en la Tierra Prometida, mas la respuesta continuó siendo la misma. Reflexionemos un poco en lo que significaba para Moshé poder entrar a ese lugar.
Moshé había empleado los últimos 40 años de su vida, conduciendo al pueblo en medio de todos los desafíos que enfrentó, pero siempre con la mira puesta en introducir al pueblo en la Tierra que había sido prometida por Yehováh a sus ancestros; y ahora cuando estaba tan cerca de lograrlo, perdió esa oportunidad.
Tal incidente nos recuerda la oración de Yeshúa en el huerto de Getsemaní, cuando clamó tres veces al Padre para que pasara de él esa hora tan amarga, pero la respuesta fue la misma: No. Y esto nos trae una gran enseñanza: Una vez que nuestro Padre ha decretado algo, no hay vuelta atrás; y no es cierto que nosotros podemos “ordenar” para que las cosas sean hechas. Es él quien tiene no solo la facultad sino la autoridad final para llevar a cabo lo que considera justo, conveniente y oportuno, para la ejecución de sus planes eternos; no los nuestros.
Llama la atención que Moshé culpa al pueblo su reacción en aquel momento (Números 27:14) tan triste de su vida. Y nos preguntamos si la tendencia a hacer a otros responsables de nuestras desdichas ¿ha de permanecer con nosotros hasta el fin? Porque la verdad, aunque el pueblo actuó de esa manera que no era extraña para Moshé a esas alturas, él debió haber obedecido el mandamiento humildemente, pero no fue así. De esto hablaremos un poco, más adelante.
Conveniencia de obedecer
Ahora pues, oye Yisrael los estatutos y decretos que os enseño, a fin de observarlos, para que viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que Yehováh, el Dios de vuestros padres, os da. Deuteronomio 4:1
Hagamos una diferencia entre estatutos y decretos. Los estatutos van delante de los decretos y estos últimos se desprenden de los primeros. Así podemos ver que los estatutos dados por Yehováh, fueron las Diez Palabras (Mandamientos); son la Constitución de su Reino y reúnen en sí mismas todo lo que a partir de allí se ha de reglamentar conforme vayan surgiendo las necesidades. Recordemos las palabras de Yeshúa al escriba en Mateo 22:40 cuando explica que la base de esos mandamientos es el amor. El amor al Padre y al prójimo. El amor fue la raíz a partir de la cual Yehováh generó la Toráh que fue dada de manera resumida en el Monte Sinay a oídos de todo del pueblo.
Ahora bien, Moshé le declara al pueblo la conveniencia de observar, es decir de obedecer cuidadosamente tales estatutos y decretos para que vivan; y esto no es solo una referencia a no morir, sino a la calidad de vida que una persona adquiere cuando decide someter su vida a la Toráh: Una vida de libertad, de crecimiento, de relaciones sanas, de prosperidad en todos los sentidos.
El celo que es imperioso desarrollar
Nada añadiréis a la palabra que yo os mando ni de ella quitaréis, para que guardéis los mandamientos de Yehováh vuestro Dios que yo os ordeno. Deuteronomio 4:2
Muchos dolores de cabeza hemos tenido, no solo las generaciones que no han precedido, sino nosotros mismos por causa de ignorar o de “suavizar” esta recomendación de Moshé. Atendamos a que no es este un mandamiento de Yehováh, pero eso no significa que no tenga validez, pues resulta obvio, para un buen entendedor, que lo que no fue prescrito por nuestro Creador, son añadiduras; y así mismo si omitimos algo de sus palabras, es descuido o rebeldía. Yeshúa por su parte reforzó esta enseñanza cuando dijo:
Por tanto, cualquiera que suprima uno solo de estos mandamientos más pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos, pero cualquiera que los practique y enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Mateo 5:19
Aferrándonos a Yehováh
En los versos 3 y 4 Moshé le recuerda al pueblo que está vivo, gracias a que se se aferraron a Yehováh. Qué significa esta palabra? No es simplemente una simpatía que debemos tener hacia nuestro Padre; se trata de un compromiso serio; hemos entrado en un pacto de sangre con Él; así fue en Sinay, y por causa de haberlo quebrantado se hizo necesaria la muerte de Yeshúa en lugar nuestro. Ahora cuando hemos decidido aceptar este hecho, de nuevo hemos entrado en un pacto de sangre; pero ya no de sangre de animales, sino la sangre de Yeshúa; un pacto mucho más “costoso” por lo tanto más serio. Entonces aferrarnos, implica la idea de “agarrarnos con todas nuestras fuerzas” porque habrá muchas influencias que tratarán de apartarnos de nuevo de ese pacto; y si eso llegara a suceder, ya no hay remedio. Revisar Hebreos 3:18-19, 4:11 y 1 Corintios 10:6-11
La vida es pues, el resultado de aferrarnos a Yehováh, obedeciendo día a día los que nos ha sido entregado.
La obediencia nos hace sabios a los ojos de otros
Los versos 5-8 constituyes dos cosas a la vez: La revelación del carácter de Yehováh y la Toráh (instrucciones) que Él nos da para habitar en esta tierra creada por Él y que le pertenece enteramente. Así todo aquel que no pertenece a la nación escogida por Yehováh, debe poder percibir no solo que las leyes que nos gobiernan son justas, sino que los deben conducir a quererlo conocer. En otras palabras parte de la misión que tenemos en este mundo, es ser testimonios vivientes que hagan reflexionar a la gente alrededor nuestro.
Tristemente no es el caso ahora, porque la misma nación de Israel actual, no ha querido someterse a la Toráh de Yehováh; no en vano llevan estos últimos años esforzándose por conformar un gobierno y no han podido hacerlo, ni lo harán.
Por favor haga una clara diferencia entre llevar una vida religiosa (llena de fanatismos y de normas humanas) y una vida de auténtica obediencia a las Instrucciones de Yehováh. Israel no sería conocido por sus canciones y alabanzas, ni por sus danzas y guerras con demonios.No. Sería admirado por su organización y calidad de vida conforme a la Toráh recibida. Revisar Tito 2:7-8
PARA PENSAR: Si tu calidad de vida no está haciendo ese impacto… ¿Qué estará pasando en tu vida?
El mayor peligro… ¡Tú mismo!
Por tanto, guárdate a ti mismo, y guarda mucho tu alma. No olvides las cosas que vieron tus ojos, ni se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida. Las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos. Deuteronomio 4:9
¿Lo sabías? No podemos modelar ni enseñar a nuestros descendientes, si no somos íntegros. Una definición sencilla de integridad: Hacer lo que es correcto aunque nadie me este viendo. Así que aquí tenemos varias cosas clave: Guardarse a sí mismo significa primeramente asumir la responsabilidad por mi propia vida; por mis decisiones; por mi cuerpo etc. Ya debemos parar de buscar culpables y ser conscientes del camino que estamos labrando día a día con nuestras acciones. Y cuando se trata de guardar el alma, nos corresponde evitar toda clase de contaminación, ya sea física, ya sea espiritual, mental, emocional o social; porque somos vasos que contienen al Ruaj de Yehováh y como vasijas apartadas, es nuestra responsabilidad mantener limpias nuestras vidas para ser instrumentos a Su disposición.
Lo siguiente es no olvidar ni permitir que se aparten de nosotros los testimonios de lo que Yehováh ha hecho por nosotros. Somos de corta memoria; los afanes y las atracciones de la vida, anestesian nuestros recuerdos y los sepultan bajo sensaciones pasajeras y expectaciones que el mundo nos ofrece a cada instante. Por eso necesitamos tomar tiempos para recordar. Apártate de la ciudad; vete al campo; desconéctate por un momento y trae a la memoria las cosas grandes que hace Tu Padre en favor tuyo cada día.
Y por último, Enseña estas cosas a tus hijos y a tus nietos. Pero si las has olvidado, ¿qué harás entonces? ¿Llevarlos a la escuela dominical para alguien les cuente historietas deformadas? ¿Buscar un líder de jóvenes que te los entretenga? ¡No! Es tu tarea transmitir lo que ha sido vida para ti. No simplemente enseñar doctrinas.
Por cierto, ¿sabías que el pueblo de Israel fue pionero en establecer la educación para niños? Ya en el primer siglo las comunidades judías ofrecían educación escolar para los niños.