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Limpieza y Pureza, no son lo mismo

La traducción de las palabras en hebreo es uno de los problemas que causa más dificultades a la hora de entender algunos conceptos de la Toráh. Muchas de estas palabras no tienen definición precisa en español porque expresan ideas espirituales que no tienen paralelo en nuestra cultura latina.

Tal es el caso de las palabras Tahará y Tumá, dos conceptos que reciben un tratamiento prominente en la parashá de esta semana.

Cuando una mujer dé a luz y tenga varón, quedará impura por siete días; será impura como en los días de su menstruación. Levítico 12:2

El varón que tenga emisión de semen, lavará en agua todo su cuerpo y permanecerá impuro hasta la tarde. Levítico 15:16

Si un varón se acuesta con una mujer y hay efusión seminal, ambos se lavarán con agua y serán impuros hasta la tarde. Levítico 15:18

Tahará y Tumá son popularmente traducidas como “pureza” e “impureza” respectivamente.  En español, la palabra “puro” implica inocencia, algo perfectamente limpio, impecable, sin contaminación; mientras que la palabra “impuro” en el diccionario arrojará sinónimos tales como: contaminado, corrupto, viciado e inmundo.

El Bien y el Mal – La Vida y la Muerte

El postulado central de la Toráh es que Dios es uno. Absolutamente indivisible. No hay nada que exista independiente de Él.

Por su parte, la lucha del hombre en este mundo, está íntimamente relacionada con el ejercicio de su libre albedrío, puesto que su vida se desarrolla o se construye a partir de decisiones que debe hacer momento a momento, para acercarse a su Creador y a sus parámetros de vida (Toráh) o para alejarse en dirección opuesta a Él y a Su Verdad, teniendo como su destino final la incertidumbre o la nada.

De manera que cuando el hombre toma una decisión que lo acerca a Dios, está eligiendo el “bien“; y cuando toma una decisión que lo aleja de Dios, está eligiendo el “mal“.

Sin embargo, en el judaísmo se enseña que “el mal” no es una realidad tangible; es tan sólo la ausencia del bien; en otras palabras, es la ausencia de la manifestación abierta y evidente de Dios, lo que nos conduce a entender que la presencia de Dios puede ser clara, abierta y evidente para nosotros, o puede estar velada, oculta, o no evidente.

La presencia abierta de Dios es lo que llamamos Tahará. La presencia oculta de Dios es lo que llamamos Tumá.

En otras palabras, Tumá es realmente un vacío de Tahará.

Según Yitzhak Coopersmith, el estado de Tumá puede recaer sobre hombres, mujeres y animales. Mas cuando la presencia abierta de Dios – es decir, el alma o el hálito de vida – abandona el cuerpo, entonces éste se convierte en Tamé.

Grados de Tumá

Volvamos al concepto en español de Tumá traducido erróneamente como impuro (contaminado, corrupto, viciado e inmundo).

¿Qué pensarías tú que es más espiritualmente impuro: el cuerpo de un perro muerto? ¿o el de un ser humano muerto?

La mayoría de la gente pensaría que el cuerpo de un perro muerto es más impuro que el cuerpo de un ser humano sin vida, ya que el perro es una forma de vida inferior.

Pero en realidad, el cadáver de un ser humano contiene un grado de Tumá (presencia oculta de Dios) mucho mayor.

Cuando el ser humano está vivo y posee un alma – que es la manifestación abierta de la presencia de Dios – entonces tiene una condición de  Tahará muchísimo mayor. La manifestación de la presencia divina dentro de un ser humano es superior a la de un animal. Por lo tanto, cuando el alma de un ser humano sale, deja un vacío de Tahará mucho más grande, es decir, una Tumá mucho más fuerte que la de un animal.

A continuación en los niveles de Tumá está una Yoledet: una mujer que da a luz (Levítico 12:2). La razón por la cual ella es Tamé temporalmente, es porque cuando da a luz, en ese mismo instante, se genera un cierto grado de vacío espiritual por la partida de la vida adicional que llevaba dentro – es decir, su bebé.

Es interesante que cuando una mujer da a luz a una niña, su estado de Tumá es el doble que cuando da a luz a un varón (Levítico 12:5). Esto se debe a que la presencia de una niña dentro de ella le otorga un estado mayor de Tahará. Lo femenino representa el poder de dar vida, una condición que es la manifestación abierta de la presencia divina, y por lo tanto posee un mayor nivel de Tahará. El nacimiento de una niña crea en la madre un mayor vacío espiritual. Por consiguiente, la mujer es Tamé por un período de tiempo más largo.

El siguiente grado de Tumá es la pérdida de vida potencial. Esta Tumá afecta tanto a hombres como a mujeres.

Después de tener relaciones maritales, los hombres ingresan en un estado de Tumá (vacío o disminución de Tahará), debido a la pérdida de “bloques constructores” de vida que había dentro de ellos (Levítico 15:16). Y las mujeres incurren en este estado de Tumá (vacío o disminución de Tahará) cuando menstrúan, debido a la pérdida de una vida potencial que había dentro de ellas (Levítico 15:19).

Pensar que Tumá se aplica sólo a la mujer y a la sexualidad, crea la impresión de que las mujeres son discriminadas por la Toráh, y que la sexualidad es considerada algo sucio. Nada podría estar más lejos de la verdad.

Gracias a todo lo anterior podemos entender que Tumá no es una descripción de inferioridad espiritual, impureza o suciedad. Más bien, es una descripción de pérdida de vida u ocultamiento de la presencia de Dios.

(Basado en “Eye of the Needle” por Yitzhak Coopersmith. Rav Shraga Simmons)

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