age-1238284_1280

Vaykrá (Levítico) 13:29-59 | Nagá berosh

Parashá Trienal – Vaykra (Levítico) 13:29-59

Nombre de la Parashá: Nagá berósh – Afección en la cabeza

Lecturas Complementarias: 2Reyes 5:1-19 | Lucas 5:12-15

Estos pasajes de la Toráh describen en detalle la manera en que el Cohen debería efectuar el diagnóstico de las personas que observaran la aparición de alteraciones en su piel, pero las descripciones no corresponden a lo que hoy se conoce como lepra; si bien la gran mayoría de versiones de la Biblia utiliza tal palabra, la verdad es que tal descripción no es precisa; deberían usarse palabras tales como afección, o alteración de la piel. Por esta razón usaremos preferiblemente el término hebreo tzara’at (צרעת).

Los maestros en Yisrael asocian siempre estas condiciones con ciertos pecados, principalmente los de la lengua (lashon hará). Con este pensamiento, se dedujo que tales afecciones no eran producto de una enfermedad común, sino resultado de un juicio divino; y afirman que la tzara’at, solo era posible contraerla en los tiempos del Templo. Pero aclaro: esa es su interpretación; porque una cuidadosa lectura del pasaje nos permite observar que las descripciones corresponden a enfermedades propias de la piel que pueden afectar a una persona en cualquier parte y en cualquier época.

La parte interesante de esta sección, es que la Toráh prescribe que una persona hallada en tales condiciones, quedaba impedida para participar en las actividades en el Miskán – la Tienda de Reunión, y debería ser aislada o confinada hasta verificar qué tipo de afección padecía. Pero estas acciones no implican que la persona fuera excluida de la comunidad, más bien se refiere a que el individuo no ande por cualquier parte del campamento, hasta definir su situación. Tampoco hallamos en estos pasajes sugerencias de que las personas en tales condiciones pudieran contagiar a otros; asumimos que podría ser así, por la recomendación del aislamiento, cuarentena o reclusión; pero las razones pudieran ser otras.

Dentro de todo el pasaje llama la atención que Yehováh no provea ninguna clase de “remedio” o tratamiento para la persona. No hay recomendaciones del uso de hierbas medicinales o de algún tipo de tratamiento; por lo contrario, el sujeto debía quedarse en reposo y esperar la evolución de su afección, sin hacer nada más que reposar.

¿Por qué no hay tales recomendaciones? ¿Era porque se hallaban en el desierto y allí había ausencia total de tales recursos? ¿Era en realidad la situación el resultado de un juicio divino? No lo sabemos.

Para verlo de manera práctica, hoy ni hay Templo donde se ofrezcan sacrificios, ni hay cohanim (sacerdotes) experimentados que sean capaces de declarar a una persona con tzara’at. La práctica de esto se perdió hace siglos y lo que hay en el presente son meras conjeturas. Entonces, aunque estas ordenanzas están vigentes, al igual que el resto de la Toráh, no hay cómo aplicarlas en el presente; y eso es algo con lo que el Mesías tendrá que lidiar a su regreso.

Lo que representa la tzara’at

Habiendo dicho  todo lo anterior, es lícito entonces, buscar una explicación o al menos una aplicación del contenido de este capítulo. Es innegable que la tzara’at representa el sufrimiento humano debido al pecado. Somos seres en proceso de deterioro, cuyo destino final es la muerte. Nadie puede evadir esta realidad, y lo mejor es reflexionar al respecto, considerarla como parte de la vida -no como el fin de la misma- y ver en todo esto la oportunidad para desarrollar un carácter afín con el de nuestro Creador y Padre.

La tzara’at pone en evidencia la decadencia de nuestra carne, el sufrimiento que podemos llegar a padecer, las consecuencias que se desprenden de una condición tal, llegando a veces hasta el desprecio y aislamiento total de los seres que amamos, afectando aún la comunión con nuestro Padre. Todo esto está esbozado en el cuadro que nos presenta la Toráh. Pero cuando observamos el cuadro completo que fue terminado de pintar por Yeshúa, entonces la esperanza surge poderosa y la fe -confianza- en las promesas suyas cobran vida y hallamos una solución por medio de Él.

Detalles importantes

Una vez que una persona hallaba alguna anormalidad en su cuerpo, debía informar al cohen, quien vendría para examinarla; sin embargo hasta el momento en que el cohen hiciera una declaración al respecto, la persona no estaba “oficialmente” enferma. 

El trabajo del cohen no era algo sencillo, y se asume que, siendo responsable por el bienestar del pueblo de Yehováh, era muy cuidadoso en emitir tal afirmación, por el dolor que generaría en el enfermo y sus allegados. Debió ser algo similar a lo que un médico que ama realmente sus pacientes, siente cuando tiene que darles una trágica noticia de una enfermedad grave o mortal. No es tarea fácil. Así el cohen tomaba su tiempo para observar, aislar, volver a examinar y seguramente buscaba la dirección de Yehováh antes de hacer la declaración final.

En los casos “fatales” el cohen hacía la declaración final y la víctima debería partir y entonces ser excluido del campamento, vestir de cierta manera, desarreglar sus cabellos y proclamar su condición:

Los vestidos del leproso que tenga la llaga estarán rasgados y su cabeza desgreñada. Se tapará hasta el bigote y pregonará: ¡Impuro! ¡Impuro!
Levítico 13:45

Es evidente que en este caso la afección padecida por el individuo podía ser contagiosa, por lo cual tales recomendaciones. Mas como dijimos anteriormente, estas son inferencias que hacemos al leer el texto, y no es una condición mencionada de manera explícita en el mismo. Según el verso 46, que dice: “mientras tenga la enfermedad”, se nos deja el espacio para considerar que la persona podría ser sanada eventualmente, y podría entonces retornar a su vida normal.

“Lepra” en telas y cuero

La descripción que se hace en estos versos, parece referirse a lo que conocemos comúnmente como “moho”, una mancha orgánica negra (este pasaje hace referencia a manchas de color rojo o también verde) que crece en medios húmedos y que se extiende siendo muy difícil de erradicar.

De nuevo el cohen tenía un papel protagónico, al tener que examinar las piezas afectadas y dar su veredicto. Primeramente, el artículo debería ser puesto en observación por siete días y luego de ser examinado, si la “afección” continuaba o se extendía, tal artículo debería ser consumido por el fuego. En caso contrario, habría que lavarlo, ponerlo en observación otros siete días, y examinarlo de nuevo para declararlo finalmente limpio o destruirlo.

Preguntas en qué pensar…

 

Déjanos tu comentario