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Vaykra (Levítico) 12:1 – 13:28 | Isháh

Parashá Trienal – Vaykra (Levítico) 12:1 – 13:28

Nombre de la Parashá: Isháh – Mujer

Lecturas Complementarias: Isaías 66:7-13 | Judas 1:17-23

La porción (Parashá) de ésta semana, provee las instrucciones de Yehováh para la purificación de la mujer después de dar a luz. También se incluyen mandamientos respecto a las afecciones de la piel.

Recordemos que hasta hace pocos años, la mujer guardaba una cuarentena para su recuperación después de un parto. Eran 40 días de reposo casi total, dedicada a amamantar a su bebé y recibiendo buena alimentación. Esa “tradición” era realmente muy sana y tuvo su origen en ésta instrucción de nuestro Padre Eterno.

¿Por qué es necesario este tiempo de aislamiento?  Hoy entendemos varias razones.

  1. Es una oportunidad para que la madre, se enfrente a la nueva condición y responsabilidad. Ella necesita un buen tiempo en privacidad para reflexionar y acomodar su vida al nuevo status.
  2. Es un lapso para lidiar adecuadamente con la depresión post-parto.
  3. Es un tiempo apropiado para disfrutar de su bebé; para crear conexiones con él, alimentarlo tanto física como emocional y espiritualmente; para conocerlo y descubrirlo.
  4. Es un período adecuado para la recuperación física del cuerpo de la mujer, cuyo organismo ha sido dramáticamente afectado durante los nueve meses anteriores y requiere de tiempo para volver a su funcionamiento normal.

Como podemos comprobar, Yehováh conoce muy bien la obra de Sus Manos y por eso da instrucciones que, aunque no sean del todo comprensibles, tienen su razón de ser, son convenientes y deben ser obedecidas.  De nuevo se hace evidente el cuidado del Creador por sus criaturas al proveer estos mandamientos; de manera que aquellas madres que decidan poner atención a ésta ordenanza hallarán una gran bendición para si y para sus hijos.

Es curioso sin embargo que en este pasaje se den instrucciones diferentes para cuando la mujer da a luz un varón o una hembra. Para entender este asunto, no dejes de leer el tema: Limpieza y Pureza, no son lo mismo.

El Problema de las Enfermedades de la Piel

Uno de los múltiples desórdenes de la piel que cae bajo la categoría de Tzaraat

En esta porción de la Toráh se discuten las intrincadas leyes de la enfermedad de tzaraat, pero esta enfermedad no es simplemente “lepra” como todo el mundo piensa equivocadamente, o como algunas ediciones lo traducen. La lepra era considerada una enfermedad altamente contagiosa en ese entonces y podía ser tan solo una de las condiciones por las que una persona podía ser declarada en estado tamé (inmunda o impura).

Hasta el presente, nuestros hermanos de Yahudáh (judíos) consideran que la raíz espiritual de la enfermedad de tzaraat está ligada principalmente a los pecados de la lengua, que en general se agrupan bajo el término hebreo: lashón hará, el cual incluye chismes, crítica, mentiras, murmuración, adulación, etc. Un caso evidente es el de Miriam la hermana de Moshé cuando junto con su hermano Aharón, cometieron lashón hará al criticarlo por haber tomado mujer de los hijos de Cus (Números 12). Aunque la mayoría de traducciones usan la palabra lepra, para referirse a la afección que padeció Miriam, lo que sea que haya tenido, cubrió su cuerpo y era una de tantas enfermedades de la piel que caen dentro de la categoría tzaraat.

Este término abarca diversos desórdenes de la piel, tales como: eczema, psoriasis y tiña (esta última producida por diferentes bacterias en la piel del cráneo, ocasionando úlceras, costras, piquiña y causando la caída del cabello). El propósito del aislamiento, además de proveer a la persona un tiempo de reflexión, era que también tuviera reposo por una parte; y por la otra evitar la contaminación de quienes estuvieran en contacto con ella.

La tzaraat es una representación del pecado que mora en nosotros. A pesar de que hayamos sometido nuestra vida a Yeshúa, tendremos que dar una batalla durante el resto de la vida, contra las tendencias, apetitos, inclinaciones, costumbres y pasiones de la “carne”, es decir de la naturaleza de pecado que nos habita, la cual, si nos descuidamos, nos tomará por sorpresa y nos conducirá a romper el compañerismo con Yehováh:

Nadie que es tentado, diga: Soy tentado por Yehováh. Porque Yehováh no puede ser tentado por el mal ni Él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado cuando es atraído por la propia concupiscencia y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, engendra el pecado, y el pecado, ya desarrollado, da a luz la muerte. Ya`akov (Santiago) 1:13-14

La concupiscencia se define como: deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.

Esa naturaleza es parte de nuestro ser interior y está al asecho buscando la oportunidad para manifestarse.  Cuando el maligno provee algo exterior que la despierta o la excita, entonces despierta para concebir el pecado, llevarlo a cabo y producir muerte o separación de nuestro Padre.

Es lo que sucedía cuando alguien era diagnosticado con tzaraat. El Sacerdote debía examinar a la víctima y dar su diagnóstico. Si la persona se consideraba infectada, tenía que ser aislada; es decir, perdía su contacto con el resto del pueblo, incluida su familia, sus amigos, sus bienes, mascotas, trabajo y demás.

Hoy sabemos que muchas de esas enfermedades tienen un componente de origen nervioso, por lo cual es importante la necesidad del reposo.

El sacerdote examinaba al enfermo después de 7 días, y si estaba sano, le era permitido incorporarse a la comunidad. Podemos suponer que la persona, al hallarse desvinculada de todas sus responsabilidades y demás quehaceres, contaba con un tiempo para profundas reflexiones que le llevarían a hacer propósitos de corregir sus errores y de alinearse con la Toráh – instrucciones de Yehováh.

Dice un sabio judío: “Alguien que no tiene una hora diaria para sí mismo, no es una persona”. Y no se refiere a estar solo cabilando en sus pensamientos, sino a estar a solas con su Creador y Padre.

Así muchas veces Yehováh permite situaciones en las que somos detenidos totalmente, para reflexionar sobre la clase de vida que llevamos. Cuando esto sucede, nos damos cuenta de que no somos indispensables y el mundo no orbita en torno nuestro; comprobamos que la vida de quienes nos rodean sigue su curso sin nosotros y entonces podemos reorientar nuestras prioridades.

Ejemplos de esta situación abundan en las Escrituras:  Moshé se encuentra con Yehováh en la zarza, estando él solo; Elías escucha el soplo apacible de la voz de Yehováh mientras está en una cueva, solo; Yonah reflexiona y cambia su actitud dentro del vientre del gran pez, solo; Yeshúa estuvo 40 días en el desierto, solo; y nos dicen los evangelios que frecuentemente se iba a lugares desiertos para orar, solo (Lucas 5:16)

Niveles de Impureza

Es justo atribuir mérito a quien se lo merece; y en este sentido, nosotros, las ovejas perdidas de la Casa de Israel, que hemos estado vagando por generaciones, contaminados con infinidad de enseñanzas, celebraciones, alimentos, etc., debemos mirar a nuestros hermanos de Judá para aprender de lo que su insistencia en mantenerse fieles a Yehováh, les ha enseñado.

Y una de esas cosas es lo relacionado al concepto de la pureza, tema que como ya hemos mencionado es totalmente desconocido en el cristianismo.

Antes de compartir los niveles de impureza que se consideran dentro de la legislación judía, vale la pena aclarar que este concepto se aplica primariamente a los cuerpos humanos; en segundo lugar a los utensilios y a las telas o tejidos y por último a los alimentos sólidos y líquidos.

Así mismo, la Toráh hace distinción entre tres formas de impureza ceremonial:

1. Un estado contagioso que extiende la impureza a otros;

2. Un estado intermedio en el cual la persona transmite impureza a objetos y

3. Un último estado en el que la impureza no es contagiosa.

Con estos detalles en mente, vamos a ver cómo los ancianos de Yisrael, clasificaron tales estados de impureza:

  1. Primer Grado: La Madre de la Madre de las Impurezas

La impureza contagiosa es considerada como la madre de las madres  de la impureza (realmente en hebreo se dice que el padre de los padres… pero en español la palabra es femenina)., esto porque es la fuente de otras impurezas. Dentro de esta categoría están los restos humanos; pues el simple hecho de estar bajo el mimo techo con un cadáver, transmite impureza, y este tipo solo se puede remover mediante las cenizas de la vaca alazana (o roja). Esta es entonces “la abuela” (abuelo en hebreo) de las impurezas, pues constituye la fuente de todas las demás.

2. Segundo Grado: La Madre de las impurezas

La persona que haya contraído una contaminación ceremonial (impureza) al nivel de la madre de las impurezas, contamina a otros a través del contacto directo. Por ejemplo quien haya tocado un cadáver, o quien tenga flujo corporal (semen o mentruación, etc.), un leproso o una madre después de dar a luz, que toca a otra persona, le comunica tal contaminación.

3. Tercer Grado de Impureza

En este caso, la impureza se adquiere por contacto con “la madre de las impurezas“. La persona que adquiere este nivel de contaminación, no contagia otras personas, ni la transmite a las cosas; sin embargo puede contaminar comidas y líquidos. Por esta razón un persona con tercer grado de impureza no puede tampoco comer de las cosas sagradas, es decir no puede participar de los sacrificios que hayan sido ofrecidos en el altar ni tampoco tocar cosas kadosh o apartadas para Yehováh y tampoco puede entrar al Templo.

4. Cuarto Grado de impureza

El Cuarto Grado de Impureza aplica solo a la comida, a los líquidos y a las manos humanas. Esta clase de impureza no es comunicable a utensilios, ni a personas, pero puede contagiar alimentos y porciones sacrificiales. Por esta razón se estableció el lavado ceremonial o ritual de manos, para cada ocasión en que los sacerdotes se aproximaban al altar de los sacrificios o cuando entraban en el Santuario.

Así una madre que acaba de dar a luz, transmite impureza ritual de Segundo Nivel  (madre de las impurezas) hasta que hace una inmersión al séptimo o catorceavo día después del parto segun haya dado a luz varón o hembra, respectivamente. Luego ella continúa en un nivel de primer grado de impureza hasta completar los 40 u 80 días después del nacimiento.

Aplicación Práctica

Necesitamos aislarnos algunas veces, para escuchar la voz de nuestro Padre y así reenfocar el propósito de nuestra existencia. Pero no esperemos a que nos aparezca “tzaraat” u otra circunstancia que nos obligue a hacerlo.

Esta búsqueda de soledad no significa que debamos convertirnos en ermitaños, aislándonos permanentemente de quienes nos rodean, porque:

El hombre esquivo anda en pos de sus caprichos, y se encoleriza contra todo buen consejo. Proverbios 18:1

Estamos diseñados por Yehováh para ser interdependientes y vivir en comunidad. Son las relaciones con otras personas las que nos ayudan a moldear nuestro carácter, además de permitirnos desarrollar aspectos del carácter de nuestro Padre como el perdón, la misericordia, la generosidad, etc. Pero aún así, es imperioso tener tiempos a solas con Yehováh, porque así nos daremos cuenta que no somos mejores que otros a quienes la“tzaraat” de sus vidas les tiene cautivos. Es por eso que las Escrituras afirman claramente que:

Todos nosotros somos como cosa impura, y nuestra justicia como trapo de menstruo. Todos nosotros nos marchitamos como hojas, y la mano de nuestras iniquidades nos arrastra como el viento. Isaías 64.6

Pero la buena noticia es que Yehováh hizo una provisión para obtener sanidad y limpieza total por medio de Yeshúa, de manera que podemos acudir a Él para decirle: Señor: si quieres, puedes limpiarme.  Y Él extenderá su mano, y nos tocará diciendo: QUIERO, SE LIMPIO!

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