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Cuida tu cuerpo de manera adecuada

La Toráh o Instrucciones de nuestro Padre nos da pautas para poder mantener nuestro bienestar a todo nivel: espiritual, emocional y físico. Pero no hemos entendido claramente que el bienestar de nuestro cuerpo, es decir el físico, también depende de seguir cuidadosamente sus parámetros; y es así que acudimos al médico y a las medicinas como principal fuente de sanidad. 

Demos un vistazo a la interpretación que los judios han dado a la Palabra, respecto de esto, y cómo ellos al obedecerla han sido bendecidos pudiendo llevar un estilo de vida más saludable. Los siguientes puntos claves fueron tomados del libro ¿Am I my body’s keeper? (¿Soy yo el cuidador de mi cuerpo?) De Michael Kaufman a través de Aishlatino.

1. Tú eres el guardián de tu cuerpo. 

Maimónides el gran Rabino, filósofo y médico del siglo XII, declara que “estamos obligados a evitar todo aquello que pueda dañar al cuerpo y a adoptar aquellos elementos que lo fortalecen”.

¡Por lo tanto, tengan cuidado con ustedes mismos!…Deut. 4:15  Stern, Biblia judía

YHVH te confirmará como pueblo santo suyo, tal como te juró, cuando guardes los mandamientos de YHVH tu Dios y andes en sus caminos.  Deut. 28:9   BTX

Estas dos porciones son entendidas por muchos pensadores judios como razón para mantenerse sanos y en buen estado físico.

2.   La limpieza está junto a la santidad.

Esta frase atribuida a John Wesley, teólogo británico del siglo XVIII, expresa con exactitud el enfoque judío sobre la higiene tal como fue enseñado hace unos 1700 años en el Talmud a través de un conjunto de directrices relativas a la higiene personal y la sanidad pública. La limpieza se considera un requisito previo para la santidad y el buen estado físico.

A lo largo de la historia, los judíos a menudo fueron menos susceptibles que otros pueblos a pandemias y plagas tales como la peste negra de la edad media, gracias a su preocupación por la limpieza y la higiene. En cambio, la mayoría de sus vecinos nunca se bañaban porque en esa época pensaban que bañarse era peligroso; incluso los reyes y reinas rara vez se bañaban. La reina Isabel, quien inició la inquisición española y fue colaboradora de los viajes de Cristóbal Colón, se enorgullecía de haber tomado sólo dos baños en toda su vida: cuando nació y cuando se casó. Aparentemente la excepción fue la reina Elizabeth I, quien sorprendió a todo el mundo al decir que ella se bañaba una vez al mes, “tanto si lo necesitaba como si no”.

Durante la inquisición española un signo que indicaba a los inquisidores que un converso (es decir, un judío que involuntariamente había sido convertido al cristianismo) en verdad era un judío secreto, era que se lavara con frecuencia o que tuviera afinidad hacia la higiene personal.

El Talmud relata que una vez Hilel, el sabio del siglo I AEC, se despidió de sus estudiantes y mencionó que iba a cumplir una mitzvá (un mandamiento). “¿Qué mitzvá?” le preguntaron. “Bañarme”, respondió Hilel. “¿Es esa una mitzvá?”, exclamaron los alumnos. “Sí, lo es. Si lavan y refriegan las estatuas de los reyes, cuanto más nosotros, los seres humanos que fuimos creados a imagen Divina, debemos mantener limpios nuestros cuerpos”.

Para los judíos, la limpieza es una obligación religiosa. Los rituales de purificación que nos enseña la toráh, tienen que ver con actividades de lavamientos y son demandados en muy diversas situaciones. Tienen el propósito de poner a la persona en la condición apropiada para cumplir con los preceptos de YHVH, pero no podemos desconocer también el valor de limpieza que tenían sobre aquel que los hacía. Lo más lógico es que al practicar estos preceptos, ellos entendieron la gran verdad del aseo y la asepsia que nuestra sociedad en estos tiempos enfatiza.

De la misma manera el pecado es tratado como suciedad por los profetas, y por lo tanto debe ser lavado:

Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo.  Isaías 1:16.

Vemos que Pablo también había entendido la importancia de la limpieza, no solo interior sino externa como una proyección de la otra, cuando aconseja:

Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura. Hebreos 10:22

3. El ejercicio es la mejor medicina preventiva.

Maimónides enseñó que “la inactividad es un detrimento tan grande para la salud como la actividad es un beneficio”. “Todo el que se queda sentado seguro y confiado y no hace ejercicio… incluso si come alimentos sanos, y también si se brinda un buen cuidado médico, todos sus días serán dolorosos y se verá debilitado”.

Algunos creen que el balanceo hacia adelante y hacia atrás o hacia los costados, tradicional entre los judíos cuando rezan o estudian Toráh fue desarrollado para incrementar la concentración, y otros están de acuerdo con Simón Brainin de Vilna, quien escribió en 1883 que la costumbre fue especialmente institucionalizada para ejercitar al cuerpo durante el estudio y la oración. El judaísmo enseña que Dios determina nuestro tiempo de vida, pero este se ve aumentado por los actos y los emprendimientos del individuo. Los Sabios comparan evitar cuidarse a uno mismo con el suicidio, una grave transgresión. No se puede acudir a la protección de la providencia Divina como una excusa para no mantenerse sano y en buen estado físico.

Aunque todos hemos escuchado del gran valor que tiene el ejercicio diario para el buen estado físico, pocos lo llevamos a cabo con regularidad. ¿Por qué? Muchos piensan que están demasiado ocupados y no tienen el tiempo necesario. Sin embargo, aplicando la popular expresión: “cuando quieras que algo se haga, pídeselo a una persona ocupada”, sabemos que cuando necesitamos hacer algo importante siempre encontramos el tiempo para eso. Entonces debemos preguntarnos: ¿La vida es lo suficientemente importante como para encontrar el tiempo para cuidarla? Por lo tanto, el ejercicio no debe ser considerado como algo especial, sino debe ser adoptado como un hábito. Convierte el ejercicio en parte integral de tu rutina diaria, algo que no tienes que pensar, simplemente apartas el tiempo, al igual que lo haces para, comer, beber o dormir.

Cada ser humano adulto tiene aproximadamente 100 billones de células. Estas células están en permanente movimiento alrededor del cuerpo. Cuando se detienen, estamos muertos. Por lo tanto: permanece menos sentado y en cambio ponte de pie. Sustituye el vehículo por tus piernas. ¡Muévete!

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