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Deuteronomio 32:1-52 | Ha’azinu

Parashá Anual – Deuteronomio 32:1-52

Nombre de la Parashá: Ha’azinu – Escucha

Lecturas Complementarias: 2 Samuel 22:1 – 22:51 | Mateo 21:33-46

UN POEMA REALISTA

Este Shabbat tenemos la oportunidad de meditar en el cántico o poema que escribió Moshé poco antes de su muerte.  Como suele suceder, las palabras de alguien que está por partir tienen una trascendencia especial porque representan el legado de toda una vida; y si había alguien que pasó por experiencias únicas, ese fue Moshé. Entonces vale la pena leer esta porción detenidamente y en dependencia del Ruaj Ha’Kodesh para poder descubrir ese legado que nos ha de enriquecer para lo que resta de nuestras vidas.

Tan importante es éste cántico que en el verso 19 del capítulo anterior, Moshé le dice a Yahoshúa (Josué):

“Escribid este cántico para vosotros, y tú, enséñalo a los hijos de Yisrael. Ponlo en su boca, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Yisrael”. 

Así, el pueblo memorizó estas palabras, lo cual bien haríamos en hacer como descendientes que somos de Yisrael, además porque nuestra experiencia no difiere mucho de la de ellos.

Sólo me referiré a algunos de los versos que resaltan y enseñan grandes verdades. Pero seguramente Yehováh te guiará otros tesoros, que por cierto agradecería los compartieras con otros lectores en la parte inferior de la página

¡Atribuid la grandeza a nuestro ‘Elohim! Él es la Roca, cuya obra es perfecta, todos sus caminos son justos, Dios de fidelidad, sin injusticia, justo y recto es Él. La corrupción no es suya, de sus hijos es la mancha.  Devarim 32:3-5

Es fascinante mantener este concepto claro en nuestro corazón. Nuestro Padre es todo lo que dicen estos versos y más. Pero… ¿estamos convencidos de ello realmente? O… ¿nos mantenemos culpándole por situaciones que nosotros mismos hemos provocado, o que simplemente han llegado a nuestra vida y consideramos que es injusto que así sea? La corrupción ¡NO ES SUYA! de sus hijos es la mancha. Cuando aprendamos a pensar de esta forma y asumamos la responsabilidad que corresponde a nuestro actuar, entonces y solo entonces, recibiremos la dirección, el soporte, el consuelo, el ánimo, la ayuda y demás que necesitemos de Sus manos.

LAS FRONTERAS DE LAS NACIONES

¿Te lo habías preguntado alguna vez?  ¿Quién determinó las fronteras de cada nación y su tamaño? Nuestra mente responde: el hombre con sus guerras de independencia y ambición de conquista. Pero no fue así. Yehováh, nuestro Padre lo hizo! Él actúa como autoridad suprema y absoluta, distribuyendo los pueblos según su plan perfecto. Por ejemplo en Devarim (Deut.) 2:5, Yehováh declara que ha entregado cierta tierra a la descendencia de Esav (Esaú) (los árabes actuales) y en el 2:9 declara que otra tierra ha sido entregada a la descendencia de Lot.

Podemos deducir que Yehováh es quien determinó las fronteras de Colombia, de USA, de México, de Canadá, etc. ¡No fueron las conquistas de los revolucionarios! Y observa con qué criterio lo hace:

Cuando ‘Elyon daba a cada pueblo su heredad, y distribuía a los hijos del hombre, trazando las fronteras de los pueblos según el número de los hijos de Yisrael… Devarim 32:8

¿Qué te sugiere esto? Ahora entendemos que los hijos de Yisrael estarían esparcidos por todas las naciones y nosotros somos parte de ellos. De manera que Yehováh de alguna manera incompresible para nosotros ha llevado a cabo tal tarea de la distribución de la tierra utilizando los medios que registra nuestra historia. Sí. Yehováh determinó en su soberanía, los límites de todas las naciones, según los hijos de Yisrael!

A pesar de la bondad de Yehováh para con Yisrael, ilustrada en los versos 10 al 14, Yeshurún (nombre poético para Yisrael) una vez “que creció y se engordó“, es decir se creyó una nación autosuficiente y poderosa, menospreció a la Roca de su salvación! de manera que desde allí hasta el verso 35, podemos leer de las consecuencias terribles de ese desatino. Toda suerte de males nos sobrevendrían, pero nunca seríamos totalmente abandonados.

¿Somos nosotros mejores que ellos? ¿No nos ha sucedido que cuando las cosas prosperan y “nos engordamos”, nuestro corazón se ensoberbece o se endurece y la relación con nuestro Padre se torna vacilante, obligatoria, fría, rutinaria y tediosa? Entonces ni nos damos cuenta que le hemos volteado la espalda y aunque sigamos jugando a la religión (con entrega de diezmos y todo lo demás), caemos en un abismo de materialismo que nos impide percibirle y mucho menos obedecerle.

En otras palabras nos comportamos tal y como lo hicieron nuestros padres. Por esa razón, todas las declaraciones de Moshé se cumplen también en nosotros, porque somos descendientes de Yisrael.

La teología cristiana tradicional afirma que Yehováh reemplazó a Yisrael con la Iglesia, lo cual constituye ¡un gran error! Nunca en la mente de Yehováh hubo la idea de rechazar a Yisrael; de desecharlo y  abandonarlo para reemplazarlo por un supuesto “Israel espiritual” como muchos pretenden. Yehováh restaurará finalmente a Yisrael y es lo que vemos a partir del verso 36.

Tan cierto es esto, que a quienes somos rescatados por Yeshúa se nos concede la ciudadanía de Yisrael (hablo de parte de Yehováh y no del gobierno terrenal actual). Somos vinculados a esa nación y a partir de allí todo lo que se ha prometido a Yisrael, es verdad para nosotros.

Poco antes de morir, Moshé enfatizó la importancia de “poner en nuestro corazón todas estas palabras y poner por obra las palabras de esta Toráh, porque no es palabra vana sino Palabra de Vida”.

No debió ser sencillo para Moshé enterarse de que el pueblo que él había liderado, iba finalmente a comportarse de tal forma y en consecuencia habría de pasar por semejantes adversidades por haberse rebelado contra las instrucciones de Yehováh; pero seguramente para ese momento ya Moshé sabía que el Eterno no se equivoca en sus propósitos y saca partido aún de las situaciones más adversas.

Aplicación Práctica

Este cántico nos demuestra que nada es fortuito. Yehováh conocía de antemano las penas y fracasos de Su Pueblo, y aún así no nos desechó. Así estaba previsto que sucediera todo, para que Sus planes eternos pudieran ser llevados a cabo.

Nuestros desatinos no toman al Padre por sorpresa; por eso hizo la provisión para resolverlos por medio de Yeshúa, de manera que no hay excusa para no superar nuestras debilidades y proyectarnos a una vida de obediencia a Sus Instrucciones (Toráh), mediante la cual nuestro carácter será transformado para ser como Él es, mientras cada quien cumple Su propósito durante su propia jornada.


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