La porción de esta semana nos narra el desafío que tuvieron nuestros padres, después de salir de Egipto: Acostumbrados a una rutina totalmente predecible, ahora se enfrentaban a una vida de incertidumbre diaria, respecto a lo que deberían llevar a cabo cada día.
El estilo de vida en Egipto
En notable que Egipto había determinado un estilo o sistema de vida sumamente sencillo para Israel: Levantarse muy temprano, comer e irse a construir ciudades o monumentos. Esto implicaba: amasar barro con paja, danzando en charcos que les llegaba a las rodillas, darle forma a los ladrillos y ponerlos a secar, transportar los que ya estaban listos, y pegarlos en el lugar de la construcción que estuvieran adelantando; al final de día, regresaban a su casa a comer y dormir extenuados por el duro trabajo, para reanudar la misma rutina el día siguiente.
Cada grupo, especializado en su tarea, hacía lo mismo día tras día, mes tras mes, año, tras año! No había vacaciones que planear, nada en que soñar, cosas o bienes que adquirir para hacer la vida más sencilla… NADA MÁS!
Quizás fueron dos o tres las generaciones que vivieron así. Estas fueron personas que desde que nacieron, hasta que murieron, no tuvieron alicientes en su vida. Nacieron esclavos y murieron esclavos.
Pero llegó la generación que recibió la libertad y para ellos fue traumático ese trance!
Imaginemos que somos parte de ese grupo: Hasta unos días previos a la salida, teníamos la rutina ya descrita; hacíamos lo mismo, comíamos lo mismo y no había nada imprevisto; estamos estancados en nuestro desarrollo intelectual, emocional y contaminados espiritualmente por el entorno pagano que fuimos asimilando sin darnos cuenta; al fin y al cabo, la historia de Avraham, quizás es solo una leyenda y Yehováh parece que no existe o es sordo a nuestros lamentos.
El enfoque de tu vida: ¿Para qué vives?
Pero el día menos pensado Yehováh actúa y de una manera que está más allá de nuestra comprensión; nos saca haciendo prodigios impensables, nos libera y destruye a nuestros opresores. Así ya no tendremos temor de que nos alcancen y nos lleven de regreso.
Pero…. ¿y ahora qué nos ponemos a hacer? Nos hallamos en un desierto cruel, monótono, no hay actividad, no hay látigo, pero no podemos asegurar la comida para el invierno; tampoco tenemos agua para mañana porque no hay ríos, el Nilo quedó atrás al igual que todo aquello que creíamos controlar, y nos preguntamos: ¿Estaremos realmente mejor que lo que estábamos en Egipto?
La respuesta depende del enfoque que tengamos de la vida; es decir de la razón de nuestra existencia. Si solo vivimos para comer y trabajar, entonces podemos concluir que sí era mejor estar en Egipto, porque allí teníamos seguro y bajo control, la comida, el agua, el techo para dormir y estábamos protegidos por los ejércitos del Faraón. Pero si buscamos una razón para vivir más alta, más trascendente, más digna, entonces apreciaremos nuestra nueva condición de libertad y consideraremos el tiempo en el desierto como uno de aprendizaje que nos provee la oportunidad para crecer en diversos aspectos de la vida; entre otras cosas:
Ahora podemos formar nuestras familias
Podemos desarrollar una sociedad diferente
Podemos crecer intelectual, emocional y espiritualmente
Aprenderemos a tomar decisiones, cosa que no podíamos hacer en Egipto
Podemos dar rienda suelta a nuestra imaginación para ser creativos y resolver nuestros problemas,
y todo esto bajo la mentoría y protección de nuestro Libertador, quien nos ha demostrado no solo su amor sino que es una Persona digna de confianza.
El mundo actúa igual que lo hizo Egipto
Todos los relatos de la Toráh (Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio), no son otra cosa que sombras o anticipos de los eventos que están por suceder de nuevo. La historia es cíclica; solo que si la ignoramos no nos daremos cuenta de lo que sucede y todo nos tomará por sorpresa.
Un Segundo Exodo está por ocurrir cuyas circunstancias y detalles se nos anticipan en el relato del Primer Exodo. (Puedes estudiar el Tema haciendo click aquí)
Pero lo importante es identificar que quienes hemos decidido dejar Egipto, con su religión babilónica incluida, quienes estamos pagando el costo de ir contra la corriente, nos hallamos también en un desierto llamado por el profeta Ezequiel: El Desierto de las Naciones. Y estamos en entrenamiento al igual que nuestros antecesores del Primer Exodo! Estamos llamados a aprender a vivir en una continua y total dependencia de Yehováh. Por eso Yeshúa nos enseñó a orar por el pan de cada día; porque la única manera de sobrevivir en el desierto es confiando en que el Padre proveerá oportunamente, día a día, para nuestras necesidades.
El Mundo, al igual que Egipto, trata de organizarnos la vida y establecernos parámetros por los cuales vivir: Nos dice:
“Adquire seguros de toda clase, compra cosas que crees te harán feliz, te damos crédito para facilitarte todo; nuestro sistema controlará tu salud y nosotros nos encargaremos de tu protección. Así que sigue esta rutina simple: Duerme, come, trabaja, diviértete un poco; pero no levantes los ojos; no mires para arriba; no sueñes, no pienses, ni decidas nada, que nosotros lo haremos por ti.”
Siguiendo la nube
Mas Yehováh nos llama a dejar atrás los sistemas y tretas del mundo, para ir en pos de Él. Una vez más, esta es una decisión enteramente personal y consciente que cada uno de nosotros tiene la oportunidad de hacer. Hemos sido traídos al punto en el que Adam y Ava se apartaron de Yehováh cuando tomaron las cosas en sus propias manos.
Tú tienes hoy la oportunidad de hacer la elección correcta: Sin embargo, depositarás tu confianza en las palabras de Yehováh? ó ¿te mantendrás alineado con las mayorías que viven siguiendo la vida que les ha diseñado el sistema y que les mantiene esclavizados?
La invitación es la misma que recibieron nuestros padres en Egipto: Salir del sistema para ir en pos de Yehováh, esta vez por el Desierto de las Naciones, en total dependencia de Él y su Toráh, viviendo por fe y expectantes de ver las obras maravillosas y sobrenaturales de Él a nuestro favor.
Seguir la nube hoy, es seguir su Toráh viviendo de acuerdo a sus mandamientos; después de todo esta vida no se trata de llevar a cabo un plan para beneficiarnos a nosotros mismos o a nuestros descendientes; se trata de cumplir nuestra parte del plan eterno que ha de restaurar el orden en esta área del Universo que se halla en rebeldía.