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Bereshit 38:1-30 | VaYered

Parashá Trienal – Bereshit (Génesis) 38:1 – 30

Nombre de la Parashá: VaYered – Descendió (se apartó)

Lecturas complementarias: Isaías 37:31-37 | Mateo 1:1-17

Todos tenemos descensos en la vida

El verso uno, no nos da una ubicación precisa en el tiempo. Una lectura casual da a entender que lo relatado en este capítulo sucedió luego de la partida de Yosef; sin embargo, si así hubiera sido, la cronología no ajustaría; porque para el tiempo cuando Yisrael y su familia descendieron a Mitsráyim (Egipto) 22 años después (Yosef fue promovido a los 30 años de edad + 7 años de abundancia + 2 años de hambruna cuando él se reveló a sus hermanos y trajo a toda su familia a Mitsrayim), Yahudáh ya tenía nietos de los hijos que tuvo con Tamar (Génesis 46:12), lo cual sería imposible si situamos esta narración en este tiempo. Así que es bastante probable que los hechos hubieran sucedido con anterioridad al episodio de la partida de Yosef; aún así el autor incluye este relato en esta parte por el paralelismo que existe entre esta historia y la de Yosef en Mitsráyim.

Lo importante es observar que Yahudáh, en algún momento de su vida se apartó de su familia y “descendió” (algunas versiones traducen: se apartó), para tomar una mujer cananea hija de Súa, con la que tuvo tres hijos: Er, Onán y Zela. Es notable que la Toráh ignore el nombre de esta mujer, pues evidentemente fue una mala elección de Yahudáh. Ahora bien, cuando la Toráh habla de descensos, (Avraham descendió a Mitsráyim, mientras que a Yitsjak se le prohibe hacerlo), no necesariamente se refiere meramente a bajar de un lugar alto a uno bajo, sino también a condiciones espirituales. Es evidente que Yahudáh estaba descendiendo en su vida espiritual al involucrarse con una mujer cananea.

Tamar y los hijos de Yahudáh

De acuerdo al libro de Yashar 45.23:

En aquellos días, Yahudáh fue a la casa de Shem y tomó a Tamar, hija de Eylam, hijo de Shem, por mujer para su primogénito Er.

Tenemos entonces que mientras la esposa de Yahudáh era cananea, Tamar no lo era. Los dos hijos mayores de Yahudáh pierden sus vidas por actuar impíamente según el relato, pues Er se negaba a tener descendencia con Tamar; a su muerte, Onán, su hermano menor, no quiso levantar descendencia a su hermano, pues vertía su semen en tierra cuando tenía relaciones sexuales con Tamar; de esta manera se negaba a cumplir su responsabilidad de lo que en el futuro se llamaría el deber del levirato, que según parece ya era la costumbre en la época. ¿Por qué era este asunto sagrado e importante?

Veamos una descripción de esta responsabilidad en Deuteronomio 25.5-6:

Cuando unos hermanos vivan juntos, y uno de ellos muera sin tener hijos, la mujer del difunto no se casará fuera con un hombre extraño. Su cuñado se unirá a ella y la tomará por mujer cumpliendo con ella el deber de leviratoY será que el primogénito que ella dé a luz, sucederá en el nombre de su hermano, el difunto, para que no sea borrado de Israel su nombre.

Si bien esta instrucción es formalmente entregada años después en el monte Sinay, ya para la época de nuestro relato, se tenía conocimiento de ella; incluso en ese entonces, la ley añadía que si no había hermanos que levantaran descendencia al muerto, el padre de este debería hacerlo. Esto era importante, porque de no cumplir tal mandato, sucedían dos cosas: La viuda quedaba condenada a una vida de miseria  y la descendencia del muerto se acababa, perdiéndose las herencias correspondientes. Pero si el hermano, casándose con la viuda, levantaba descendencia a su hermano, es decir que el primer hijo se consideraría como hijo legal del hermano muerto, se resolvían estos dos problemas.

Yahudáh y Tamar

Temeroso de perder su tercer hijo, Yahudáh envía a Tamar de vuelta a su  casa paterna; supuestamente él la llamaría cuando su hijo menor tuviera suficiente edad para casarlo con ella; pero el tiempo pasó y esto no se cumplió. Así que Tamar opta por solucionar ella misma el problema. Se disfraza de prostituta, se para en el lugar por donde Yahudáh habría de pasar y efectivamente, este la invita a intimidar con él, reteniendo tres prendas suyas mientras le envía el pago; como resultado ella queda embarazada de gemelos.

El verso 38:12, nos dice que Yahudáh ascendió a Timna. De nuevo, podemos observar que habiendo tocado fondo en su relación con la hija de Súa, quien le dio dos hijos de pésima conducta, ahora Yahudáh comienza a levantarse espiritualmente dejando atrás ese pasado; pero en el camino, cae, involucrándose con quien pensaba que era solo una prostituta, cuando en realidad se trataba de su nuera. Sabemos que de uno de los hijos que él engendró de Tamar ¡vino el Mesías! Y de hecho uno se pregunta: ¿Cómo es esto posible? ¿Aprueba Yehováh ese tipo de conductas?

Yehováh permite que el linaje de Yeshúa esté formado por gente realmente humana, cargada de debilidades y pecados, porque de esa manera nos dice que, por un lado Él puede sacar cosas buenas de nuestros errores; y por el otro, que no importa nuestro pasado, cuando nos volvemos sinceramente a Él, somos hechos parte de su familia.

Tengamos presente, que a lo largo de la historia de los patriarcas ya hemos leído de tres casos de personas disfrazadas: Leah, quien se hizo pasar por Rajel, Ya`akov, para apropiarse de la bendición de Yitsjak, ahora Tamar para que se le hiciera justicia en cuanto a la ley del levirato, y habrá uno mas: Yosef, disfrazado de egipcio. Todo esto nos muestra un patrón que ha de cumplirse también con el Mesías. En su primera venida, se presentó “disfrazado” de una persona común y corriente, tanto que quienes estaban a su alrededor no lo reconocieron incluidos sus propios familiares; y luego de su ascensión, el cristianismo lo disfrazó del Jesús griego, razón por la cual el pueblo de Yahudáh actualmente no lo puede reconocer tampoco. Pero al igual que en todas estas historias, llegará el momento en que el disfraz es retirado y entonces se revelará tal y como es él.

La confrontación de Yahudáh

Habiendo enviado el cabrito en pago por el servicio prestado por la mujer, Yahudáh se quedó tranquilo, pensando que el suceso no tendría ninguna trascendencia. Pero ¡qué equivocado estaba! Tamar tenía en su poder tres prendas que eran como las huellas digitales de Yahudáh: Su sello (para los documentos de la época), su bordón y lo que nuestra Biblias traducen como su cordón, que en realidad era lo que en hebreo se llama patil, y se refiere a los flecos del borde de su manto. Estas tres cosas eran tan personales, que era muy seguro identificar, mediante ellas, a su propietario. Por eso cuando Yahudáh en un arranque de “justicia”, ordena que la saquen y que sea quemada, ella exhibe las prendas y él queda en evidencia. Yahudáh entonces no tiene nada que argumentar, sino confesar que ella fue más justa que él.

¡Gemelos otra vez!

Tamar concibe dos criaturas al igual que le sucedió a Rivka. Y también al momento del nacimiento, uno usurpó el lugar del otro. Así de nuevo el que nació de segundo, fue el que vino a formar parte del linaje del Mesías, revelándonos otro patrón frecuente en la Escritura.

Algunas enseñanzas prácticas

  • Yehováh siempre está en control. Si bien Tamar había sido designada para formar parte del linaje del Mesías, y sus dos primeros maridos no habían sido dignos, finalmente cumplió su papel al ser abordada por Yahudáh.
  • Aún nuestros errores, cuando los reconocemos, como en el caso de Yahudáh, terminan ayudando a cumplir los propósitos eternos de Yehováh.
  • Si en algún momento enfrentamos descensos en nuestra vida, busquemos ascender de nuevo, porque en el proceso, aunque sea difícil y tortuoso, podremos hallar el apoyo de nuestro Padre.

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