La verdadera grandeza reside en la disposición de nuestro corazón para dar y servir.
En los primeros versículos del capítulo 25 del libro del Éxodo, se narra cómo Yehováh instruye a Moshé a solicitar a los hijos de Israel que hagan contribuciones voluntarias para la construcción del Tabernáculo, el santuario móvil que serviría como lugar de encuentro entre Él y su pueblo.
Estos versículos nos enseñan que la contribución para la obra no debe ser una imposición, sino un acto de voluntad y devoción personal. Yehováh no demandó nada, sino que invitó a nuestros antepasados a participar activamente en la creación de un espacio donde puedan encontrar Su presencia.
Mientras leemos esto, podemos cuestionarnos sobre nuestra propia disposición para contribuir al bien común y a la expansión de la obra de Dios. ¿Estamos dispuestos a ofrecer generosamente nuestros recursos, habilidades y tiempo para construir un mundo más justo y espiritualmente significativo? ¿Somos conscientes del valor de nuestras contribuciones, por modestas que puedan parecer, en la expansión de la obra de nuestro Padre?
Si bien hoy en día no existe un templo físico, la enseñanza continúa vigente en diferentes espacios y a menudo nos reunimos con hermanos que compartimos pensamientos similares sobre la Escritura.
La Parashá Terumá nos recuerda que la verdadera grandeza reside en la disposición de nuestro corazón para dar y servir, y que cada acto de generosidad, por pequeño que sea, puede contribuir al trabajo que se realiza para que la luz de la Palabra siga iluminando vidas en diferentes rincones del mundo.
Dispongámonos a abrir nuestros corazones y manos con la misma generosidad y devoción que se nos enseña en estos versículos, y con la misma actitud que tuvo la viuda pobre que dio todo lo que tenía en Lucas 21:1-4, quien nos enseñó a enfocarnos en la actitud del corazón más que en la cantidad física.
Sigamos estos ejemplos, dando nuestras ofrendas con un corazón generoso y una disposición desinteresada. Recordemos que nuestras contribuciones, por modestas que parezcan, pueden tener un impacto significativo en la vida de los demás y en la construcción de un mundo más amoroso y compasivo. Al unirnos con generosidad y devoción, podemos ser agentes activos en la obra de Dios en la actualidad.
Finalmente, desarrollemos una disposición tal, que al dar, reflejemos el amor y la compasión que Dios nos ha mostrado, de manera que nuestras acciones inspiren a otros a imitarnos en este noble propósito.
Oremos para que nuestra generosidad sea una manifestación de nuestra gratitud por las bendiciones recibidas y una expresión de nuestro deseo de llevar el mensaje de la Torah a otros.
¡Sean nuestras ofrendas semillas de esperanza, amor y bondad que florezcan y transformen vidas!