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Bereshit 8:15 – 9:17 | Vaydaber

Parashá Trienal – Bereshit 8:15 – 9:17
Nombre de la Parashá: Vaydaber – Habló
Lecturas Complementarias: Isaías 42:7-21| 2Timoteo 2:8-19

Yehováh da la partida, y ordena a Noaj salir con su familia y con todos los animales. De nuevo la orden es: “Fructifíquense y multiplíquense sobre la tierra.” Es imposible dejar pasar desapercibida la fidelidad y la ternura de nuestro Padre con toda sus criaturas. Les da una segunda oportunidad con claras instrucciones; Yehováh desea que crezcamos y que prosperemos; que nos extendamos por la tierra y no que nos aglomeremos como ha sucedido, olvidando las instrucciones recibidas.

A continuación, lo primero que hace Noaj es reconocer la soberanía y fidelidad de ‘Elohim, construyendo un altar y ofreciendo sobre él holocausto con animales limpios. Recordemos que de estos traía siete parejas de cada uno; el resultado de tal sacrificio, es que YHVH hace una promesa:

Y percibió Yehováh el aroma aplacador, y dijo Yehováh en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre… (8.21)

Una gran lección: Pasadas las pruebas y dificultades, recordemos que las hemos superado gracias a la intervención de nuestro Padre. La tendencia cuando se resuelven los problemas, es a entretenernos con los resultados o a celebrar nuestra “buena suerte” o habilidades; con facilidad olvidamos a Quien ha estado en el control dándonos la victoria final. Así como Noaj no salió corriendo desesperado a construir una casa y a plantar un huerto, sino que antes de todo construyó un altar para adorar y agradecer, hagamos un alto, una pausa, después de resuelta una situación y busquemos a nuestro Padre para  expresarle nuestra gratitud y reconocimiento de su soberanía. Entonces las cosas seguramente irán mejor.

Nace el hombre bueno, ¿pero la sociedad lo corrompe?

Luego de percibir el aroma agradable del sacrificio ofrecido por Noaj, Yehováh declara:

…porque la inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud. No volveré, por tanto, a cortar a todo ser viviente como acabo de hacerlo. Durante todos los días de la tierra, no cesarán la siembra y la cosecha, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche. Génesis 8.21-22

La palabra que ha sido traducida como “inclinación”, es la palabra hebrea yetzer, que se usa también en Génesis 6.5 para expresar que el pensamiento del corazón del hombre era de continuo el mal. Otros textos usan esta palabra para describir algo que es formado o fabricado algo así como un ídolo (Isaías 45.16) o una obra de alfarería (isaías 29.16). Sin embargo, lo significativo es que Yehováh usa esta palabra para describir la condición del hombre antes y después del diluvio mostrándonos que no es el ambiente social lo que hace daño al hombre, sino que la maldad es algo que está ligado íntimamente a su corazón.

Ningún pasaje de las Escrituras afirma que haya una mínima inclinación al bien en el corazón humano, que compense o equilibre aquella tendencia natural al mal. Por lo contrario, pasajes como el Salmo 51.5 y Salmo 58.3, junto con Eclesiastés 9.3 y Jeremías 17.9 así como la conclusión de Job en Job 15.14-16, nos muestran que la contaminación de la naturaleza humana es total y no tiene remedio por si misma.

No en vano Yeshúa declara a Nicodemo: te es necesario nacer de nuevo, si es que has de ver el Reino de los Cielos. El cambio de medio ambiente no fue suficiente y así quedó demostrado con el diluvio; Yehováh hizo un nuevo comienzo, pero un par de generaciones más tarde, ya estaba el hombre en el mismo camino.

Así es que Yehováh hace un pacto con toda la humanidad, representada en Noaj y promete no volver a destruir su Creación; ni permitirá que falte la siembra, la cosecha, el frío, el calor, el verano, el invierno… Y eso nos consta. A pesar de que la humanidad le ha vuelto la espalda desde entonces, Yehováh ha continuado siendo Fiel a su promesa. Podemos acostarnos cada noche con la plena certeza de que saldrá el sol al día siguiente; de que puede haber escasez de alimentos, pero que finalmente los habrá de nuevo, porque Él ha comprometido Su Palabra y es ante todo Fiel a ella.

Pero… ¿Cómo responde la humanidad? En lugar de reconocer su mano y de honrarle, se inventa festivales para atribuir a las criaturas el poder la vida. Si examinamos cuidadosamente el origen de las festividades actuales, hallaremos que tienen sus raíces en el culto al sol, a la luna, a las estrellas, a los espíritus de los muertos y a los demonios mismos! Esto solo confirma que el designio, la inclinación, la mentalidad, el pensamiento y la intención del corazón del hombre es de continuo el mal.

Mediante la señal que establece en el cielo en Génesis 9.3, nos llama a reconocer Su Pacto. Pero aún esa señal, ha sido pervertida dándole un significado torcido para convertirlo en el emblema de una sociedad enferma que desconoce el orden de Su Creación.

Las Leyes Noajidas

La porción de los versos 9.1-7, es la base de lo que los sabios de Israel han determinado como las Leyes Noajidas – Leyes para los hijos de Noaj. Estas son:

  1. Establecer tribunales de justicia
  2. Prohibición de la idolatría
  3. Prohibición de la blasfemia – maldecir Su Nombre
  4. Prohibición de la fornicación
  5. Prohibición del asesinato
  6. Prohibición del robo
  7. Prohibición de comer carne desgarrada de un animal vivo.

Tal parece que estas “Leyes Noajidas” fueron establecidas por el Sanhedrín después del tiempo de los apóstoles, ya que aparecen en un par de documentos: El Tosefta que data del año 300 DC y el Bavli del 500 DC. Podemos notar que las normas del primer concilio de Jerusalén relatado en Hechos 15, incluyen algunas de estas cosas, pero esto no significa que tales Leyes Noajidas ya hubieran sido proclamadas para ese tiempo.

El asunto es, que “los sabios” del Sanhedrín en su celo por mantenerse como el pueblo elegido, argumentan que si bien estas siete leyes dadas a los goyim – los gentiles, no fueron cumplidas por ellos, mucho menos cumplirán toda la Toráh! Por lo cual, consideran que esta última es sólo para el pueblo judío. Sin embargo no es eso lo que nos dice la Palabra. El relato del Éxodo nos muestra que había una sola Toráh tanto para Israel como para el extranjero que habitara en medio de ellos y que la responsabilidad y el llamado de Israel era a ser luz para las naciones de manera que aprendieran la Toráh al ver su ejemplo:

Mirad: os he enseñado estatutos y decretos, conforme me enseñó Yehováh mi Dios, para que hagáis así en medio de la tierra donde vais a entrar para poseerla. Observadlos y practicadlos, pues constituye vuestra sabiduría y vuestro entendimiento a la vista de las naciones, las cuales tendrán noticia de todos estos estatutos, y dirán: ¡En verdad esta gran nación es un pueblo sabio y entendido! Deuteronomio 4.5-6

Es por tanto nuestra responsabilidad conocer, escudriñar y practicar la Toráh, porque ella es La Constitución del Reino de los Cielos; es decir es la norma con la que funciona Su Reino eterno y nosotros como hijos de éste, tenemos el privilegio de seguirla y actuar conforme a ella.

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