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Deuteronomio 1:1 – 3:22 | Palabras

Parashá Anual: Deuteronimio 1:11 – 3:22

Nombre de la Parashá: Devarim – Palabras

Lecturas Complementarias: Isaías 1:1-27 | Mateo 24:1-22

Deuteronomio es una palabra de origen griego que significa: Segunda Ley, nombrando así al último de los cinco libros atribuidos a Moshé. El nombre hebreo de este libro corresponde a la primera palabra del texto en esa lengua: DEVARIM, que significa simplemente: Palabras.

Usualmente pensamos que las palabras son inmateriales y que por tanto carecen de valor. Hemos acuñado expresiones como: ‘sólo palabras’ ó ‘las palabras se las lleva el viento’ para dar a entender que lo que se está diciendo no tiene ningún peso o trascendencia. Pero debemos detenernos un poco para descubrir el verdadero Poder de las Palabras.

El Génesis nos relata que todo lo que existe en este Universo fue creado por La Palabra de Yehováh!  Él habló y lo que se ve, fue hecho de lo que no se veía.

En nuestra propia experiencia seguramente podemos recordar palabras que han sido destructivas o limitantes en nuestro desarrollo; ó bien, palabras que por el contrario han sido fundamentos o motivaciones que nos han catapultado hacia la superación propia o de alguna situación en particular.

Las palabras destruyen o construyen

La muerte y la vida están en poder de la lengua; los que la aman comerán de su fruto.  Proverbios 18.21

Devarim abarca tres discursos que Moshé dio a los hijos de Yisrael antes de morir al oriente del río Yardén (Jordán), por cuanto él no entraría a la Tierra Prometida.

En la lectura de ésta semana, Moshé hace un resumen del peregrinar de Yisrael por el desierto, sus batallas, sus derrotas y sus victorias.

Conforme realizas la lectura, observa cómo Yehováh emerge como Soberano y Autoridad Suprema de todas las naciones. Es Él quien determina quienes poseerán la tierra y qué pueblos son utilizados para traer juicio sobre otros; es Él Quien otorga las victorias y Quien suple todo lo que necesita su pueblo, a pesar de hallarse en las condiciones más desfavorables posibles: un desierto.

Observa cómo Yehováh había entregado ciertas tierras a los descendientes de Esav (Esaú) y otras a los descendientes de Lot. Con respecto a esas tierras Yehováh le advierte a Yisrael que no les entregará ni la huella de un pie, porque ya están asignadas a aquellas gentes. Más tarde, a su debido tiempo, esos dos pueblos también serían eliminados, cuando Yehováh consideró que era oportuno. ¿De qué dependió eso?

Tal parece que Yehováh  determina los tiempos de permanencia de cada nación en relación a la respuesta de ellos a la luz que Él les ha otorgado. Esto se da a entender cuando le dice a Avraham (Abraham) proféticamente:  

…y a la cuarta generación regresarán acá, porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo”  Génesis 15:16

Es pues evidente que los amorreos estaban en un proceso de degradación y maldad, respecto a algo que ellos deberían tener como norma y que muy probablemente Yehováh les había revelado; sabemos por lo menos que en Salem habitaba un Melek – Tzadik (Melquisedec como ha sido traducido) sacerdote del ‘Elohim altísimo, quien muy seguramente era luz para los cananitas; pero cuando Avraham andaba por allí, no habían tocado fondo aún; así que cuando llegaran a su límite, Yisrael sería introducido en la tierra siendo a la vez instrumento de juicio para aquellos.

Cuando la vida es un desierto…

En muchas situaciones, la vida para el pueblo escogido de Yehováh es como un desierto. La experiencia de Yisrael registrada en estos libros, nos sirve como guía de lo que debemos y no debemos hacer. Aún no entramos en la “Tierra Prometida”, cosa que haremos cuando “nuestro cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad”. Es cierto que quienes hemos sido encontrados por Yeshúa disfrutamos de algo así como las primicias de ese reposo, lo que hace que nuestra jornada no sea tan amarga, desesperada, o sin sentido; pero aún batallamos con las debilidades de nuestra propia carne y con las presiones que a diario nos hace el mundo en medio del cual habitamos, por lo cual podemos confirmar que aún no estamos en una condición de reposo total.

Yisrael, contaba con la Presencia real y evidente de Yehováh en su campamento! pero aún así no estaba en reposo. Y cuando cruzó el Jordán, tampoco entro a descansar o reposar. Entró a poseer la tierra, lo que significó batalla tras batalla, enemigo tras enemigo, desafío tras desafío. Así sucedió que mientras confió en Yehováh, contó sus victorias; mas cuando apartó su mirada de Su Protector y comenzó a fijarla en el poder del enemigo, volvió a verlo gigante y hasta allí llegó la conquista. Como no exterminó esos pueblos sino que hizo pactos con ellos, le fueron como aguijón en sus costados hasta hoy, de lo cual somos testigos.

Porción Profética: Isaías 1.1-27

La porción profética (Haftaráh) de esta semana, es la tercera de una serie de tres “Haftarot de Aflicción”, que la Casa de Yahudá realiza durante ayunos que practican entre el día 17 del cuarto mes y el noveno día del mes quinto en Israel.

Tanto el Templo de Salomón como el de Herodes, fueron destruidos en la misma fecha, por lo cual estos son días de tristeza y lamento para el pueblo de Yisrael. Al igual que Moshé, el profeta Yeshayahu (Isaías) plantea la pregunta: ¿Cómo llegamos a esto? en las porciones de lectura de hoy.

La respuesta en los dos casos es la misma: incredulidad y desobediencia a las palabras de Yehováh. Los doce espías regresaron y desalentaron el corazón de la gente, como resultado, murmuraron, se quejaron y fueron desagradecidos con Yehováh; este comportamiento los condenó a 40 años de vivir en el desierto. Nuestro Padre escucha nuestras palabras y murmuraciones y esas expresiones invisibles, que mucha veces consideramos sin valor, terminan labrando nuestro futuro.

Isaías por su parte, responde en forma parecida mas termina su mensaje con palabras de motivación al arrepentimiento, prometiendo que si lo hacen de corazón serán limpiados  y purificados.

APLICACION PRÁCTICA

Yehováh declaró que Él muestra el final desde el principio, para que su pueblo no ande perdido y a la deriva. Sin embargo tales revelaciones no están disponibles para el lector meramente casual de su Palabra.

La historia de Israel, es la nuestra. Mucho de lo que sucedió a nuestros padres, nos sucede igualmente a nosotros, solo que en escenarios un poco diferentes. Sus desafíos, sus errores, sus reacciones, son sombras de lo que nosotros como pueblo de Yehováh hacemos hoy en día.

Tomemos ventaja de las circunstancias, al poder conocer lo que nos espera, tomando las lecciones pertinentes de lo que sucedió a nuestros padres en su peregrinar; al fin y al cabo, las cosas que nos relatan las Escrituras son advertencias para que no caigamos en lo mismo.

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