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El Último Gran día

Durante la Fiesta de Sukkot, los Cohanim sacrificaban ante de Yehováh 70 novillos en total. El primer día degollaban 13 de ellos, el segundo día 12, el tercero 11 y así sucesivamente hasta llegar a 7 el séptimo día; además se debían ofrecer diariamente 2 carneros y 14 corderos de un año sin defecto, además de la minjáh (ofrenda de cereal o alimento), y ofrendas de harina mezclada con aceite por cada uno de los novillos, de los carneros y de los corderos. Ver en detalle Números 29.

Estos sacrificios eran ofrecidos por las 70 naciones que se originaron luego del Diluvio Universal y de las cuales descienden todas las naciones que conocemos actualmente.

Actualmente somos alrededor de 200 países (depende de quién haga las cuentas), todos descendientes de aquellas 70 naciones que procedieron de Noaj y sus hijos. Estas naciones al final de los tiempos se levantarán contra Yisrael para buscar su aniquilación total, pues esta pequeñísima nación, ha sido “una piedra en el zapato” para muchas de ellas y considerarán que ha llegado el tiempo de prescindir de ella. Entonces acordarán reunirse para cumplir su propósito, pero según las Escrituras Yehováh intervendrá para evitar tal cosa:

La profecía de Zacarías 14:1-9 nos narra la defensa que hará Yehováh de su pueblo Yisrael cuando las naciones se reúnan para aniquilarla:

He aquí, el día de Yehováh viene, y en medio de ti serán repartidos tus despojos.
Porque Yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalem; y la ciudad será conquistada, y las casas serán saqueadas y violadas las mujeres, y la mitad del pueblo irá en cautiverio, pero el resto del pueblo no será cortado de la ciudad.
Después Yehováh saldrá y combatirá contra aquellas naciones, como cuando combate en el día de la batalla.
Aquel día sus pies se posarán sobre el monte de los Olivos, que está frente a Jerusalem, al oriente, y el monte de los Olivos será partido por el medio, quedando un gran valle del levante al poniente: la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur.
Y el valle de Hinnón quedará bloqueado, porque el valle entre los dos montes llegará hasta Azal, y vosotros huiréis como cuando el terremoto en tiempos de Uzías, rey de Judá, y vendrá Yehováh mi Dios con todos sus santos.
Y acontecerá que en ese día no habrá luz, clara ni oscura.
Será un día, el cual es conocido por Yehováh, que no será ni día ni noche, sino que al anochecer seguirá habiendo luz.
Aquel día acontecerá también que de Jerusalem saldrán aguas vivas: la mitad de ellas hacia el mar Oriental y la otra mitad hacia el mar Occidental, en verano y en invierno. Y Yehováh será Rey sobre toda la tierra. En aquel día Yehováh será uno, y uno su Nombre.

Entonces será establecido el Reino de Yehováh sobre la tierra, teniendo a Yeshúa como Rey en representación de Yehováh y la gente sobreviviente a esta batalla, tendrá la responsabilidad de venir año tras año a Yerushaláyim conforme nos lo relatan los versos 16-19:

Y sucederá que todos los que sobrevivan de las naciones que vinieron contra Jerusalem, subirán de año en año a postrarse ante el Rey, ante Yehováh, y a celebrar la solemnidad de los Tabernáculos. Y acontecerá que los de las familias de la tierra que no suban a Yerushaláyim para postrarse ante el Rey Yehováh, no vendrá lluvia sobre ellos.
Y si la familia de Egipto no sube y no se presenta, tampoco la habrá sobre ellos; vendrá la plaga con que Yehováh herirá a las naciones que no suban a celebrar la solemnidad de los Tabernáculos. Tal será el castigo de Egipto y el castigo de todas las naciones que no suban a celebrar la solemnidad de los Tabernáculos.

Imaginemos por un momento lo que significa no tener lluvias; es decir agua tanto para los cultivos, como para los usos cotidianos: beber, asearse, etc. Sería fatal. De hecho es bien sabido que una persona puede sobrevivir alrededor de 30 días son comida; pero sin agua, solo unos pocos días. Entonces según la profecía la provisión del precioso líquido, estará ligada a la obediencia de las naciones respecto a ascender cada año a Yerushaláyim para celebrar la Fiesta de Sukkot.

Durante su estadía en la tierra, Yeshúa, estando presente ese Último y Gran Día de la Fiesta, proclamó sus palabras referentes a la importancia de beber del agua viva:

En el último día, el más grande de la Fiesta, Yeshúa se puso en pie, y alzando la voz, dijo: ¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba! El que cree en mí, como dijo la Escritura, de su vientre fluirán ríos de agua viva.
Esto dijo acerca del Ruaj (Espíritu) que iban a recibir los que creyeran en Él…
Juan 7:3-39

Si bien la ceremonia de la libación del agua, se realizaba todos los días de la Fiesta de Sukkot por los cohanim, quienes subían desde la piscina de Siloam acompañados por hombres y mujeres danzando para Yehováh y con música y mucho regocijo, fue precisamente en el Último Gran Día que Yeshúa proclamó este mensaje anterior a las multitudes presentes.

Ahora bien, mientra Yeshúa hace esta proclama, el cohen, con una vasija de oro en sus manos,  vertía esta agua como una ofrenda alrededor del altar mientras los otros cohanim entonaban el Hallel – Salmos 113-118.

Curiosamente es precisamente el Salmo 118:22 el que dice:

La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo.

En otras palabras, ellos cantaban ¡en presencia de aquél que dentro de unos meses sería oficialmente rechazado por “los edificadores”!

A cada generación le puede suceder los mismo que ocurrió con aquella en tiempo de la primera venida de Yeshúa: tenerlo enfrente, ver las evidencias, mas no ser capaces de reconocerlo.

Nosotros, las ovejas perdidas de la Casa de Yisrael, tenemos la responsabilidad de darlo a conocer y de proveer a nuestros contemporáneos la oportunidad de hacer una decisión frente al Mashiaj; de eso dependera no solo su estado eterno, sino la clase de vida que tendrán mientras permanezcan en esta tierra: Una vida árida, amargada, llena de quejas, dolor y resentimmientos, o bien una vida fresca, llena de paz que irradie esperanza y que sea capaz de perdonar, de consolar, de apoyar y de mostrar que las Palabras pronunciadas por Yeshúa aquél día, todavía son una realidad.

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