¡No tengo tiempo! ¿Te has detenido a contar las veces que te dan esa disculpa? Quizás eres tú quien la usa y es una de tus favoritas. Después de todo proyecta una imagen de ser alguien muy importante, de tener una agenda muy organizada y de ser un excelente administrador del tiempo. Pero la realidad puede ser otra: en lugar de tú manejar tu tiempo, eres esclavo de él.
Una de las mayores tragedias humanas del presente, es el desperdicio del tiempo; porque es una forma de derrochar la vida preciosa que nos ha sido dada. Esto lo hacemos cuando pasamos horas viendo series de televisión, hojeando revistas, vagando en la Internet, en el facebook, conversando sobre moda, política o asuntos que no podremos solucionar, con o cual terminamos sacrificando el tiempo que necesitamos a solas con nuestro Padre Eterno, ó bien con nuestro cónyuge, nuestros hijos ó nuestros padres. Esos minutos u horas nunca se rescatarán.
Sabemos que todos los seres humanos hemos sido creados iguales respecto del tiempo. El multimillonario tiene horas de 60 minutos al igual que el indigente; e igual sucede con el genio y el analfabeta. ¿Entonces en dónde está la diferencia? ¿Por qué hay gente que hace tantas cosas y es altamente productiva, mientras que a otros no les alcanza ningún tiempo y en cambio su lista de asuntos pendientes crece cada día?
Dos hombres muy ocupados
La vida es tan corta que con toda razón el Rey David afirmó en el Salmo 103:15-16
El hombre, como la hierba son sus días, florece como la flor del campo, que el viento la roza, y ya no existe, y su lugar no la conocerá jamás.
Su hijo, el rey Shelomoh (Salomón), un hombre que tuvo tantas responsabilidades como quiso, escribió en el libro de Eclesiastés que nuestro Creador nos da un tiempo para todo lo que necesitamos hacer debajo del cielo:
Tiempo para nacer y tiempo para morir… tiempo de destruir y tiempo de edificar… tiempo de abrazar y tiempo de abstenerse… tiempo de callar y tiempo de hablar… etc. Eclesiastés 2:1-9
Un asunto de propósito y destino
El primer paso hacia la libertad de la tiranía del tiempo, consiste en tener una clara comprensión de la absoluta soberanía de Yehováh, nuestro Padre eterno:
¿Acaso no se venden dos pajaritos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Y en cuanto a vosotros, aún los cabellos de la cabeza, todos están contados. Mateo 10:29-30
Esta gran verdad es transformadora; porque al entender que todo está bajo Su control, desarrollaremos una sana actitud para convertirnos en los administradores de nuestro tiempo, pues habremos entendido que todo lo que nos llegue a la mano para hacer y que proceda de Él, será posible realizarlo.
¿Cómo saber si algo procede de Yehováh?
Para poder discernir el origen de tales cosas, es de suma importancia precisar primero cuál es el propósito por el cual Yehováh, nos envió a este mundo.
Quienes seguimos a Yeshúa, conocemos qué es lo que en general se espera de nosotros:
Buscad, pues, primeramente el Reino y la justicia de Él (Yehováh). Mateo 6:33
Yo os elegí y os puse para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca… Juan 15:16
Entonces, si tan solo conocemos estas expectativas generales de Yehováh, ya son suficientes para definir nuestras actividades de rutina diaria. Las preguntas clave son: ¿Esto que me llega a la mano para hacer, me acerca al Reino de Yehováh? ¿Me hace crecer en su justicia? ¿Me conduce a producir fruto?
Un respuesta negativa, a cualquiera de estos interrogantes, es suficiente para desechar tal propuesta o invitación, y así lo debiéramos comunicar: “Realmente, tal cosa no es mi interés”, en lugar de usar la muletilla evasora: “No tengo tiempo”.
Seamos conscientes de que el enemigo tratará de sofocarnos con invitaciones atractivas, actividades novedosas, oportunidades exclusivas, compromisos sociales, programas VIP y demás; cosas que aunque no sean moralmente erradas, nos alejarán de lo que Yehováh espera que hagamos.
Ahora bien, el Padre puede tener reservada una misión más explícita para uno de nosotros, como fue el caso de Ananías, relatado en Hechos 9; un hombre cuya misión fue ir a orar por Shaúl (Pablo) para que recibiera la vista, y no se dice más de él. ¿Fue esa la misión clave de su vida? Quizás. Pero fue de gran importancia, cuando vemos lo que Shaúl llegó a ser. Entonces, si hay algo en particular que Yehováh necesita que hagamos, Él se las arreglará para hacérnoslo saber; ¡y más vale que lo hagamos a cualquier costo!
En resumen:
Siendo tan breve nuestra existencia, necesitamos escoger muy bien nuestras batallas. La manera de hacerlo es desarrollando un criterio selectivo para solamente involucrarnos en aquello que nos ha de acercar al objetivo que nos ha sido dado.
¡Sí se puede!
Recordemos la última expresión de Yeshúa en los instantes previos a entregar su espíritu:
Todo está consumado! Juan 19:30
Significa que el propósito que el Padre le había establecido estaba cumplido: una vida de obediencia a sus Mandamientos, sus enseñanzas, la preparación de sus discípulos, hasta concluir con la entrega de su vida.
De manera similar, Shaúl (Pablo) se expresa, cuando se acerca el final de sus días, tal y como lo registró en su última carta a Timoteo:
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 2 Tim 4:7
Tenemos pues dos modelos claros de personas que pudieron afirmar con total certeza que habían terminado la tarea asignada y es lo que debemos imitar.
Huellas…
Concluiré con una sencilla reflexión: ¿Cómo te gustaría ser recordado una vez que hayas partido de este mundo? Como alguien que…
- Se la pasó en el Facebook compitiendo por tener muchos likes!
- Trabajó como esclavo para tener mucho dinero.
O como alguien…
- Que ayudó a muchos a hallar la Luz y andar por ella.
- Que siempre estaba disponible para apoyar a otros en su necesidad.
Eso tú lo decides desde ahora, porque al ser enviado a este mundo, fuiste equipado con talentos y dones que luego fueron enriquecidos con educación, experiencias, relaciones, etc., para reflejar el carácter del mismísimo Creador del Universo, el Padre de las luces, siguiendo los pasos de Yeshúa, para, de esa manera, dejar una huella en las vidas de otros.
Valiosa lección, muchas gracias.