Nombre de la Parashá: Koraj – Coré
Lecturas Complementarias: 1Samuel 11:1-15 | Judas 10-20
“Koraj ben Itsar, hijo de Kojath, hijo de Leví, captó a Datán y a Abirám, hijos de Eliab, y a On ben Pelet, de los hijos de Reuben, y se rebelaron contra Moshé con doscientos cincuenta hombres de los hijos de Yisrael, príncipes de la comunidad, miembros del consejo, varones de renombre.” Números 16:1–2
Era evidente que el pueblo no se hallaba a gusto luego de los dos eventos narrados en los capítulos anteriores: Durante los siguientes 40 años, vagarían por el desierto hasta morir, y la derrota y muerte de quienes osaron enfrentar a los cananitas sin la protección de Yehováh. Estas perspectiva sombría del futuro condujo a que Koraj, un levita, hallara el respaldo de los hijos de Reuben y juntos extendieran tal descontento a todos los líderes de la congregación: 250 en total.
Este grupo de manera frontal cuestionó la autoridad de Moshé y su llamado. Resultaba obvio a los ojos de todo este grupo, que Moshé había organizado muy bien los puestos de poder entre su familia; ¿cómo podían estar seguros de que la elección de Aharón realmente había sido hecha por Yehováh? Además Moshé siempre argumentaba que Yehováh le decía qué hacer; pero ¿podría ser eso verdad? ¿quien aseguraba que no eran meros caprichos de Moshé? Todos esos pensamientos condujeron a los rebeldes a expresarse en los términos del verso 3: “Basta ya de vosotros…”
En efecto, Koraj y probablemente algunos levitas más, sentían que les habían asignado peor parte: cargar todo lo relacionado con el Tabernáculo y servir de apoyo al ministerio de Aharón y sus hijos, mientras que estos disfrutaban las mejores partes de los sacrificios y tenían acceso exclusivo al Mishkán (Tienda del Tabernáculo). Si uno se pone a mirar esto con los ojos de la carne, resulta bastante arbitrario.
Respecto a Koraj el Talmud afirma que él realmente dijo con otras palabras:
La Toráh no fue dada por Dios; Moshé no es un profeta y Aharon no es el Cohen Gadol (Sumo sacerdote).
Curiosamente la iglesia comenzó a presentar los mismos argumentos a comienzos del siglo segundo, cuando hombres se levantaron declarando que la Toráh no era de origen divino, ni había sido entregada por Dios. Posteriormente Martín Lutero se refirió a la Toráh como el castigo asignado a los judíos debido a su dura cerviz; los agnósticos por su parte desarrollaron otro concepto afirmando que una deidad menor entregó las leyes carnales de la Toráh para sujetar a los hombres e impedirles alcanzar libertad espiritual; y hoy todavía escuchamos el eco de tales enseñanzas en mucha iglesias, que afirman que la Toráh fue abolida y que Cristo es el fin de la Toráh. De manera similar hoy se desprecia la autoridad de Moshe al considerar que sus palabras no tienen cabida en el cristianismo; tanto que una carta de la correspondencia personal de Pablo tiene más autoridad que el Pentateuco ¡y en algunos casos hasta lo modifica! En otras palabras, el espíritu de Koraj, aún está presente.
Y respecto al sacerdocio, sucede algo similar. La iglesia ha desechado el sacerdocio Aharónico, alegando que fue reemplazado por el de Mashíaj; cuando en realidad son dos sacerdocios totalmente diferentes que operan en distintas esferas; pero todo procede del mismo espíritu de Koraj: La Toráh ya no es vigente, Moshe ya no es profeta y Aharón no es el sacerdote (cohen).
La queja de los rubenitas por su parte era diferente:
¿Es poco que nos hayas hecho subir de una tierra que fluye leche y miel para hacernos morir en el desierto, y que además pretendas dominar sobre nosotros de manera absoluta? Tampoco nos has introducido a la tierra que fluye leche y miel, ni nos has dado en heredad campos y vides, ¿pretendes arrancar los ojos de esta gente? ¡No iremos! Números 16:13–14
Observemos que la queja de los rubenitas fue diferente a la de Koraj y su grupo; pero en el fondo se trata de rechazar la autoridad de Moshé.
Ante todas estas quejas, Moshé declaró que no sería él, quien daría una solución al asunto sino Yehováh. El grupo de Koraj se presentaría ante Yehováh con sus incensarios; mas respecto de Datan y Abiram no hubo pronunciamiento de juicio alguno, salvo que Moshé pidió a Yehováh que no aceptara las ofrendas de ellos, mostrando su justificado enojo; esto fue como expresar: ya no están bajo mi responsabilidad y ni siquiera voy a interceder por ellos.
Al día siguiente, ya era toda la asamblea la que estaba involucrada. La rebelión es contagiosa como una plaga y los alcanzó a todos. Una vez más Yehováh consideró acabar con todo el pueblo, mas Moshé y Aharón se postraron sobre sus rostros e intercedieron por misericordia:
Pero ellos cayeron sobre sus rostros, y dijeron: ¡Dios, Dios del espíritu de toda carne! ¿No fue un hombre el que pecó? ¿Y tú estás airado contra toda la asamblea? Números 16:22
Una vez más, sorprende la familiaridad de Moshé con Yehováh, quien accede a solo aplicar su juicio sobre Koraj y los rubenitas. Fue algo nunca antes visto conforme a la petición de Moshé; pero en medio de todo el caos, los hijos de Koraj se salvaron, tal como lo afirma Números 26:9-11
Los hijos de Eliab: Nemuel, Datán y Abiram. Estos Datán y Abiram fueron los príncipes de la asamblea que se rebelaron contra Moshé y Aharón con el grupo de Koraj, cuando se rebelaron contra Yehováh. Entonces la tierra abrió su boca y los tragó juntamente con Koraj, mientras el grupo moría al devorar el fuego a doscientos cincuenta varones, para que sirvieran de escarmiento. Pero los hijos de Coré no murieron.
De hecho en el libro de los Salmos podemos encontrar que varios de estos, fueron escritos por los hijos de Koraj; sus descendientes sirvieron en el Templo de Shlomo (Salomón), y el profeta Shemuel (Samuel) era descendiente de ellos, lo cual resulta irónico; pues ante la muerte de Eli, el cohen gadol de ese tiempo, y la de sus hijos, Samuel tuvo que ejercer las funciones sacerdotales que su tatara-abuelo había codiciado y que no pudo lograr.
El juicio de Yehováh
Los 250 hombres se presentaron son sus incensarios para presentarse delante de Yehováh. ¿No nos recuerda esto el caso de Nadab y Abiú? El juicio sobre todos ellos fue algo similar:
Salió fuego de Yehováh y consumió a los 250 hombres que ofrecían incienso. Números 16:35
Y en cuanto a los rubenitas, la tierra literalmente los devoró vivos ya ellos, sus familias y sus pertenencias: Descendieron vivos al Seol.
Ahora bien, como los incensarios habían sido utilizados para ofrecer incienso a Yehováh, habían quedado santificados; es decir apartados. Por otro lado, quienes los habían usado habían muerto con ellos e sus manos, por lo cual no pareció apropiado a los cohanim continuar usándolos. Así que Yehováh les instruyó para hacer unas láminas de cobre que sirvieran como cubierta al altar, a manera de recordatorio para las generaciones futuras.
¡Seguimos sin entender!
El verso 41 parece increíble:
Al día siguiente sin embargo, toda la asamblea de los hijos de Yisrael murmuró contra Moshe y Aharón, diciendo: ¡Vosotros estáis haciendo morir al pueblo de Yehováh! Números 16:41
Definitivamente somos un pueblo de dura cerviz. Nuestros padres no entendieron nada de lo que sucedió y aquí están de nuevo desafiando a Yehováh. ¿Acaso creyeron que fue el poder de Moshé el que hizo tales cosas? ¿o que él, podía manejar a Yehováh a su capricho? Tal parece que ese fue el pensamiento del pueblo.
De nuevo Yehováh consideró acabar con el pueblo (si así hubiera sido, nosotros no estaríamos acá tampoco); pero una vez más, Moshé instruye a Aharón quien a riesgo de su vida tomó un incensario y se puso entre la plaga y el pueblo creando así una brecha que la plaga mortal no pudo cruzar. Pero esto le costó la vida a 14.600 personas.
Preguntas para pensar
- ¿Habrá en nosotros un espíritu de queja e inconformidad que desate la ira de Yehováh en contra nuestra?
- Cuando situaciones así suceden en nuestro pueblo (país, vecindario, ciudad) somos lo suficientemente valientes para “tomar un incensario” y crear una brecha entre el mal y el pueblo engañado y víctima de las plagas?