Somos el resultado de lo que decimos
Si hacemos un alto en nuestra vida para realizar una sencilla evaluación de quienes somos en la actualidad, seguramente descubriremos que en el pasado, hubo expresiones dichas por otros al rededor nuestro, o bien afirmadas por nosotros mismos que nos han traído a la situación actual.
Ese fue el caso de Esav (Esau). Su manera de hablar descuidada, atrevida y vulgar, revela que era una persona emocional, poco racional y que tomaba decisiones sin evaluar los resultados. Primero vendió su derecho a ser el heredero; después tomó esposas que no le convenían y posteriormente cuando descubre la consecuencia de sus acciones, pretende matar a su hermano de sangre! Es inevitable percibir una progresión en su mal carácter.
Hemos sido diseñados por nuestro Creador, de manera que lo que expresamos, de alguna manera incomprensible tiende a volverse realidad. Al fin y al cabo hemos sido hechos a imagen de Él quien todo lo creó por medio de Su Palabra: El dijo y las cosas fueron hechas.
Por tal razón nunca será exagerado enfatizar sobre el cuidado que debemos tener al pronunciar palabras, ya sean estas de bendición o de maldición. Las Escrituras nos advierten sobre el riesgo del mal uso de la lengua:
El que guarda su boca y su lengua, guarda su alma de penurias. Proverbios 21.23
La muerte y la vida están en poder de la lengua: lo que escoja, eso comerá. Proverbios 18.21
¿Por qué YHVH nos da instrucción al respecto? Porque Él como diseñador estableció que así fuera. Las palabras que usamos son creativas o destructivas; son motivantes ó depresivas. Por eso fuimos creados con dos oídos y una sola boca; porque debemos escuchar, más que hablar. Y cuando hablamos necesitamos poner atención a lo que decimos, porque una vez expresadas las palabras, ya no se pueden recoger, razón por la cual:
Aun el necio cuando calla es tenido por sabio, y el que cierra sus labios es entendido. Proverbios 17:28
Yeshúa el Mesías, también se refirió al respecto:
…de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del tesoro bueno saca cosas buenas; y el hombre malo, del tesoro malo saca cosas malas. Y Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio, porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado.
Mateo 12.34-37
¿Te das cuenta? TODA palabra tiene efecto, no solamente en este mundo sino en el venidero. Satán vino para matar, robar y destruir; y él sabe muy bien que sembrando pensamientos que originan palabras, afianza conductas que al repetirlas se convierten en hábitos y estos constituyen lazos o ataduras que son muy difíciles de romper.
De la misma manera, cuando nos acostumbramos a utilizar palabras sucias, de doble sentido, ofensivas e hirientes, estamos sembrando lo que hemos de cosechar en el futuro. Por tanto, prestemos atención a la dirección de nuestro Padre Eterno y pongamos nuestra lengua bajo control:
…la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. ¡Mirad cómo un fuego tan pequeño puede incendiar un bosque tan grande!
La lengua es un fuego, un mundo de iniquidad; la lengua está puesta entre nuestros miembros y contamina todo el cuerpo, e inflama el curso de la existencia, siendo inflamada por el mismo infierno. Porque toda naturaleza de bestias, tanto de aves y reptiles como de seres marinos, es domada y ha sido domada por la naturaleza humana. Pero ninguno de los hombres puede domar la lengua, un mal incapaz de ser aquietado, llena de veneno mortal.
Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a semejanza de Dios. De la misma boca salen bendición y maldición. No conviene que esto sea así, hermanos míos. ¿Acaso de un manantial brota lo dulce y lo amargo por la misma abertura? Hermanos míos: ¿puede la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Tampoco de lo salado brota agua dulce.
Jacobo (Santiago) 3.5-12.