Cain y Abel 3

Bereshit 4:1 – 4:26 | Vaygueresh

Parashá Trienal – Bereshit 4:1 – 26

Nombre de la Parashá: Vaygueresh – Echó

Lecturas Complementarias: Jeremías 1:1-19 | Romanos 3:1-24

El nombre de esta parashá en hebreo es: Vayguéresh, palabra hebrea que corresponde a: Echó. Yehováh echó al hombre y a su mujer del Jardín del Edén, para prevenir que tomaran del Árbol de la Vida, lo que haría imposible su rescate en el futuro.

Se inicia entonces la reproducción de la humanidad y nace Caín (creado) y posteriormente su hermano Abel (vapor). Así Yehováh cumplió su promesa respecto a que Hava sería bendecida teniendo hijos, a pesar del dolor que esto acarrearía.

Ahora es muy importante considerar la forma como una raza caída se relacionará con su Creador. Caín eligió ser labrador de la tierra lidiando con la maldición que Yehováh había lanzado sobre ella; Abel por su parte, se dedicaría a lidiar con animales, de uno de los cuales había provenido la piel con la que Yehováh vistió a sus padres. Especulando un poco, seguramente la piel provista por Yehováh debió provenir de animales limpios.

La Escritura no lo menciona, pero debió haber una instrucción respecto a cómo sus criaturas deberían adorarle presentándole ofrendas (minjah) fruto de sus trabajos. Ahora el asunto será ¿cómo responderá cada uno de ellos?

Es notable que los dos hermanos traen ofrendas a Yehováh. Caín de los frutos de la tierra y Abel de sus animales. Los dos tipos de ofrenda posteriormente aparecen en la Toráh como instrucciones para el pueblo de Israel. Por tanto no es correcto deducir que aquello que ofrecía Caín era malo mientras que lo que ofrecía Abel era bueno. El problema parece haber sido la actitud de sus corazones al presentar tales ofrendas.

Observemos los énfasis del relato:

Y con el transcurso del tiempo, sucedió que Caín llevó a Yehováh una ofrenda del fruto de la tierra. También Abel llevó de los primerizos de su rebaño y de la grosura de ellos. Génesis 4.3-4

Mientras que la ofrenda de Caín se describe de manera simple, la de Abel detalla que era de los primerizos y de la grosura, queriendo dar a entender que era de lo mejor que tenía. Se percibe entonces un problema de actitud: el uno da de lo general; el otro de lo mejor. ¿Cómo sería la actitud de Caín? ¿Daba con recelo y disgusto? Able por su parte se muestra generoso y agradecido. Por la forma del relato, parece que Abel estaba agradecido, valorando lo que recibía de Yehováh, por lo cual tal es su repuesta. Caín por su parte solo “cumplía” con lo que le “tocaba” hacer.

Y Yehováh aceptó a Abel y a su ofrenda, pero no aceptó a Caín ni a su ofrenda. 

El verbo usado en hebreo es: sha’ah, que significa, volverse y mirar. Uno se voltea y mira aquello que es de su interés. Yehováh se volvió y miró la ofrenda de Abel, pero no hizo lo mismo con la de Caín porque la suya no era aceptable.

Por las palabras de Yehováh para Caín, podemos deducir que sus actitudes eran realmente erradas:

¿Por qué te enfurece esto, y por qué ha decaído tu semblante? Si mejoras, ¿no serás enaltecido? Pero si no mejoras, el pecado acecha a la puerta, y su deseo ardiente es hacia ti… Génesis 4.6-7

La respuesta de Yehováh para Caín no es reprensiva sino instructiva. Algo había mal en las motivaciones de Caín. De hecho las palabras, si mejoras”, revelan que el problema no fue la ofrenda sino la actitud de Caín.

¿Para qué existimos?

Desde aquél tiempo, aparecen las motivaciones que persisten hasta el presente, respecto a las razones de nuestra existencia. El mundo y el maligno han engañado a la humanidad haciéndole creer que existe para su propio beneficio; por tanto dar algo, o ser agradecido incluso con el Creador, es un desperdicio, porque perdemos de nuestras posesiones. Además, como “no pedimos venir acá” es responsabilidad de Dios darnos todo lo que se nos antoje y hacernos felices; la vida así consiste en ser poseer, en controlar, en satisfacer los propios instintos.

Por su parte Abel, encarna otra concepción de la vida. Existimos para cumplir los propósitos del Creador; todo lo que tenemos incluso nuestra vida, le pertenece a Él; presentarle lo mejor de nuestro trabajo, es una forma de reconocer su generosidad, su cuidado, su autoridad, su dominio; la vida no es acerca de nosotros sino de Él y Sus propósitos; damos porque recibimos de Él y porque reconocemos que todo es suyo.

Así se nos presentan dos alternativas: Adorar a Yehováh como Él lo establece manifestando así nuestro reconocimiento de Él, o hacer las cosas a nuestra manera, lo cual de seguro no será aceptable. No hay más alternativas! Seguimos sus Instrucciones (Toráh), o no lo hacemos. Lo cierto es que como en el caso de estos dos varones, al final El Juez Supremo dará su veredicto.

El resto del capítulo presenta diferentes individuos que  existieron en la era prediluviana conforme la humanidad se fue extendiendo por la tierra. Lo que salta a la vista, es el alejamiento del Creador y de sus instrucciones. A pesar de contar con la presencia de Adam y de Havah quienes podían dar testimonio de todo lo sucedido en el Edén, tal parece que las nuevas generaciones optaron por hacer su vida a su acomodo ignorando el testimonio de sus padres.

A pesar de que la humanidad se separaba cada vez de Yehováh, el relato nos muestra que hubo unos pocos fieles, gracias a los cuales Yehováh fue movido a misericordia para no destruir del todo al género humano. Así el capítulo termina diciendo que una vez nacido Enós, los hombres comenzaron a invocar el nombre de Yehováh. ¿Lo habían olvidado? Afortunadamente el plan del salvación estaba ya en marcha y hubo la forma de llevarlo a cabo gracias a estos hombres.

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