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Shemot 39:33 – 40:38 | HaMishkán

Parashá Trienal – Shemot (Éxodo) 39:33 – 40:38

Nombre de la Parashá: HaMishkán – La Morada

Lecturas Complementarias: Isaías 33:20 – 34:8 | Efesios 2:11-22

Entonces trajeron a Moshé el Tabernáculo; la Tienda y todos sus utensilios, sus ganchos, sus tablones, sus travesaños, sus columnas y sus basas… Éxodo 39:33…

La porción (parashá) de esta semana, comienza describiéndonos un listado de todos los componente del Mishkán o Tabernáculo – la Morada o Casa de Yehováh. De nuevo se nos enfatiza la obediencia del pueblo:

Según todo lo que Yehováh había ordenado a Moshé, así hicieron los hijos de Israel todo el trabajo. Y vio Moshé toda la obra, y he aquí la habían hecho tal como Yehováh había ordenado. Así la hicieron. Y Moshé los bendijo. Éxodo 39:42–43

Luego de haber verificado que todas las cosas habían sido hechas conforme a las instrucciones provistas por Yehováh, lo cual fue como inventariar y hacer “un control de calidad” como diríamos hoy, se procedió a armar el conjunto.

Los versos 3-15 del capítulo 40, nos relatan las instrucciones que nuestro Padre Yehováh le dio a Moshé para levantar el Mishkán y para colocar dentro las cosas, cada una en su respectivo lugar. También lo instruyó respecto de los cohanim, de manera que nada quedó al azar o al capricho de Moshé.

Y Moshé hizo conforme a todo lo que Yehováh le había ordenado. Así lo hizo. Aconteció pues que en el mes primero del segundo año, al primero del mes, el Tabernáculo fue erigido. Éxodo 40:16–17

Muy seguramente, quienes se dispusieron, pudieron ver cómo se armó la parte interna, (versos 18-19) y vieron introducir allí el Arca, que luego quedó ocultada por el velo de separación. Acto seguido se introdujeron las demás cosas: la mesa de los panes, el candelabro y el altar del incienso.

Ya en el exterior iría el altar de los holocaustos, la fuente del agua y al final se levanto la cortina que ocultaría todo lo anterior de la vista de los curiosos. Moshé procedió luego a ungir todas las cosas, dedicándolas para el uso exclusivo del culto a Yehováh.

Llegó entonces el turno de los Cohanim (Sacerdotes), quienes fueron vestidos, ungidos y quedaron preparados para comenzar el ejercicio de sus funciones.

Si bien algunas versiones parecieran sugerir que fue Moshé quien hizo toda esta tarea por sí mismo, y así lo afirman algunos de los “sabios” del judaísmo, resulta obvio que tal empresa no la podía ejecutar una sola persona, y que fue una tarea de todo el pueblo de Yehováh, que actuó coordinadamente bajo la sabia dirección de Moshé. 

©Agradecemos a Jeremy Park/Bible-Scenes.com por las imágenes utilizadas en esta publicación.

Una lectura atenta del proceso, nos permitirá darnos cuenta de que Yehováh permitió que la gente pudiera ver lo que se estaba haciendo. Todo se hizo de adentro hacia afuera y conforme las cosas se iban introduciendo, después se ocultaban; pero la gente fue testigo de que todo lo que instaló allí adentro.

Entonces…

Finalmente, hizo erigir el atrio en derredor del Tabernáculo y del Altar, y colocó la cortina a la entrada del atrio. Así acabó Moshé la obra. Éxodo 40:33

Una lección para aprender

Todas las cosas deben ser hechas de manera que no haya una traza de sospecha de maldad. En el relato de los capítulos anteriores, podemos ver la transparencia con que todo se construyó y finalmente de la misma forma se terminó.

Cuando tenemos que ocultar algo, es tiempo de hacer un alto y examinar si lo que estamos haciendo es lo correcto. Los hijos de Yehováh, hemos de vivir con una conciencia limpia y un corazón puro, sin culpa, remordimiento o nada que nos persiga, porque hemos sido liberados por Yeshúa nuestro Señor y Mesías.

Los versos finales nos dicen que la Nube – la Shekináh cubrió el Mishkán y se instaló allí, de manera que ni siquiera Moshé podía entrar. Debió ser un espectáculo único que debió quedar grabado en las mentes de toda la gente presente.

A partir de ese momento, fue la presencia de la Shekiná, la Nube, la que proveyó dirección a Israel: Cuando la Nube se levantaba, el pueblo desarmaba sus tiendas y partía. No debió ser una situación sencilla y agradable para muchos. Porque algunas veces la Nube se quedaba por muchos días quieta; pero en otras ocasiones solo por un día.

Esto nos habla de la importancia de aprender a desacomodarnos. Cuando nos arraigamos a un sitio, a su cultura, a su comida, a su música y demás, nos cuesta mucho trabajo dejar eso atrás para ir a lugares desconocidos. Pero es precisamente esa situación, la que nos enseña a ser dependientes de nuestro Padre.

Cuando permanecemos en el mismo lugar, desarrollamos confianza y comodidad, porque sentimos que tenemos el control; no así cuando somos llevados de un alado a otro, donde tendremos que empezar de nuevo.

De eso se trata la vida. Al fin y al cabo, nuestra estancia en esta tierra es temporal; sea de unos pocos años o de muchos, comparados con la eternidad y nuestro destino final, esto es tan solo una estación temporal. 

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