En la parashá de esta semana, Yehováh ordena al pueblo hebreo una ley fascinante que deben seguir. Deberán encontrar una vaca totalmente bermeja (roja); deben quemarla y utilizar sus cenizas cada vez que alguien necesite pasar por el proceso de purificación. Yehováh afirma que todas las personas involucradas en esta preparación quedarán “impuras”, aunque las cenizas que resultarán de esta combustión serán recolectadas y:
“Las cenizas de la vaca… son para la purificación”. (Números 19:9)
Una lección de vida
La ley de la Vaca Roja es considerada una paradoja. Yehováh dijo que cualquiera que participe en la preparación de las cenizas de la Vaca Roja – ya sea el que esté involucrado en el sacrificio, en la quema, o en la recolección de sus cenizas – se torna impuro. Sin embargo, las cenizas se utilizan para purificar a otra persona. Las cenizas que vuelven a una persona impura, son las mismas que se utilizan para hacer que otra persona se vuelva pura. Si bien en la apariencia esto es ilógico, hay una poderosa lección de vida para nosotros hoy en día.
Esto es en cierto sentido un cuadro de nosotros. Todos tenemos algún tipo de conducta que queremos cambiar. Ya sea nuestra dieta poco saludable, pensamientos improductivos u obscenos, falta de ejercicio, acciones destructivas, o rasgos de carácter negativos – hay cosas que todos hacemos y que desearíamos no hacer.
Y en algún momento de nuestras vidas, todos hemos llegado al punto en donde una de estas cosas se nos ha salido de las manos. Ahora bien, si en realidad hemos renovado el pacto con Yehováh y deseamos sinceramente dejar de jugar a la religión para agradarle a Él, nos hartaremos de lo que estamos haciendo porque entendemos que hemos una línea mora y sabemos que es imperioso realizar un cambio serio. El deseo de tomar medidas se debe a que vemos claramente que este comportamiento nos impide una vida que complace a nuestro Padre Eterno. Pero usualmente, antes del cambio, tocamos fondo en este ámbito específico, y experimentamos un sentimiento de “impureza”.
Pero ese es precisamente el tema. Fue este comportamiento impuro el que nos llevó a un punto en el cual debemos cambiar. Por lo tanto, es el comportamiento negativo en sí mismo el que te hace cambiar. A veces, la asociación negativa y el impacto de tu mal comportamiento es lo que sirve de catalizador para que el cambio tenga lugar.
De esta manera, el acto mismo que era tan impuro, es ahora el mismo acto que te permite realizar un cambio conveniente.
Las cenizas de la Vaca Roja son impuras – al igual que nuestras malas acciones. Pero de la misma manera que ellas sirven para purificar a la persona que está contaminada, cuando estamos “contaminados” por nuestro comportamiento y tal situación nos produce asco y repugnancia, entonces esa misma situación se vuelve la fuerza para llevar a cabo acciones contundentes que nos permitan erradicar tal comportamiento indeseable, abriendo así una senda para la limpieza o purificación de nuestro ser.
Yehováh no quiere que vivamos una vida de remordimiento (lo cual es diferente al arrepentimiento – Teshuvá), o que nos mortifiquemos por equivocarnos una y otra vez. Él desea que crezcamos y cambiemos, y nos está dando una visión increíble sobre cómo hacerlo de la manera más conveniente. Se trata de que cuando reflexiones acerca de tus errores y/o debilidades y en verdad desees erradicarlos de tu vida, en lugar de ponerte buscar culpables para justificarte, o de enojarte por tu incapacidad de cambiar, utilices tu frustración, dolor y descontento, como la verdadera razón y fuerza que ha de efectuar el cambio.
Al hacer esto, estarás dándole la vuelta a las situaciones negativas que experimentas y estarás entresacando lo puro de entre lo profano.
Ten presente que Yehováh espera que desarrollemos todo nuestro potencial. Y descubrirás que en multitud de ocasiones, esto sucede cuando nuestro Padre permite que caigamos o nos deslicemos, porque así nos muestra no solo la realidad de nuestra fragilidad humana, sino la necesidad de depender de Él en todo momento.