¿Te das cuenta?
La experiencia nos muestra que la gran mayoría de conflictos que enfrenta la sociedad al presente, están profundamente conectados con la actitud que manejamos frente a la autoridad y con el ejercicio de la autoridad de aquellos que la ostentan.
Si seguimos la pista a todo conflicto desde el hogar, pasando por las escuelas, empresas, hasta los gobiernos y organizaciones internacionales, llegaremos a la misma conclusión:
Quienes están en autoridad: O no la ejercen, o la ejercen mal abusando de ella, y…
Quienes están bajo autoridad: Pocos la aceptan de buena gana; otros se molestan por ella y les cuesta aceptarla, y otros más se rebelan abiertamente contra ella.
Los seres humanos nacemos heredando la semilla de la rebeldía que nos conduce ya sea: a estar en conflicto con Yehováh quien es la Suprema Autoridad, o bien a ser críticos y enfrentar todo lo que “huele” a autoridad.
¿Te das cuenta que los argumentos de historias, novelas, películas, e incluso de los dibujos animados, encarnan todos un problema de rebeldía y autoridad? Algunas veces el argumento de la historia presenta un personaje en autoridad, que es tan malvado, que los espectadores terminamos poniéndonos del lado del rebelde, manipulándonos y llevándonos a pensar que toda autoridad es perversa.
Y dando un vistazo a nuestras propias vidas para recordar el pasado, ¿cuántos de nosotros nos jactamos de haber sido rebeldes en la adolescencia, o de haber llevado la contraria a nuestros padres, o de haber hecho lo que nos daba la gana en la escuela? Algunos hasta se sienten orgullosos y se jactan de haber participado incluso en violentas protestas callejeras mientras expresan sin vergüenza alguna: “Jaaa! por que yo era rebeldeee!”
La perversión moral creciente y el desorden social que resulta de la rebeldía, no es otra cosa que el fruto de esa antigua semilla heredada, solo que vestida con ropajes modernos. Lo que estableció El Creador, Legislador y Juez supremo, es cuestionado por las minorías que, gracias a sus estrategias y al manejo que ellas mismas han hecho de los medios, parece que fueran mayorías y nos conducen a todos a pensar que los parámetros de moralidad eternos, deben ser revaluados y re-escritos para ajustarse a las necesidades de la sociedad que tales grupos están empeñados en imponer a los demás.
En la lectura de la Toráh de esta semana, nos adentramos en la historia de Koraj (Coré), quien cayó exactamente por lo mismo que cayeron Adam y Hava cientos de años antes que él. Pero hoy, miles de años después del Edén, la historia no ha cambiado y nosotros seguimos repitiéndola: Desconfiando de la autoridad, cuestionándola, murmurando ó aceptando murmuraciones contra ella y actuando motivados por los sentimientos que se desprenden de tal proceso.
¿Significa esto, que si una persona en autoridad abusa de su posición, no podemos hacer nada y debemos someternos a ella calladamente?
Absolutamente NO! Ahora bien en realidad pueden presentarse dos situaciones:
Querer cuestionar a Yehováh, la Autoridad Suprema.
Cuestionar a las personas que ejercen algún tipo de autoridad sobre nosotros.
En el primer caso, cuestionar al Creador y juzgar sus decisiones no solo es necio, sino absurdo; es mejor acercarnos a Él humildemente para preguntar por luz para entender sus caminos, porque Yehováh es Justo en su esencia y no puede actuar en contra de ese atributo.
Pero en el segundo, cuestionar a otro ser humano igual a nosotros, que está en una posición superior de autoridad, no solo es lícito sino necesario sobre todo cuando éste obra de manera abusiva e inapropiada. Sin embargo debemos hacerlo con la ACTITUD correcta.
En el caso que nos ocupa, el de Koraj (Coré), podemos preguntarnos: ¿Era lícito que tuviera interrogantes respecto al liderazgo de Moshé y de Aarón? Por supuesto que sí. Pero la manera de manejar el asunto fue del todo inapropiada. Tan errado estuvo que le costó la vida a él, a su familia y a sus compinches.
Ahora bien, si Koraj hubiese ido a Moshé en privado y le hubiera manifestado las dudas de su corazón, podemos estar seguros que éste le hubiera explicado las cosas de manera satisfactoria. El texto revela que Moshé estaba totalmente vacío de ambiciones personales; tanto es así que sus hijos no heredaron el liderazgo de Yisrael, cosa que sí suele suceder en los ministerios contemporáneos. La clave entonces es mantener una actitud de respeto al presentar nuestra inquietudes.
Todo este tema, debe llevarnos a un cuidadoso acercamiento a lo que Yehováh desea enseñarnos por medio de este pasaje. Necesitamos examinarnos a nosotros mismos para determinar en qué bando nos hallamos: Si estamos del lado de personas en autoridad, entonces cabe preguntarnos: ¿ejercemos la autoridad representativa de Yehováh con temor y temblor? Pero si estamos del otro lado y nos hallamos bajo la autoridad de alguien, entonces la pregunta es: ¿cómo reaccionamos cada vez que esa persona comete errores, o es cruel o injusta?
Sugerencia para reflexionar
Esposo:
No te impongas diciendo cosas como: Yo soy la autoridad y el que manda soy yo; porque Yehováh te ha puesto como cabeza del hogar y esa autoridad es respaldada por Él. Pero más que mandar, debes servir, amar, dirigir, suplir, desarrollar, hacer crecer, etc.
¿Eres “jefe” o supervisor en tu trabajo?
Si te nombraron oficialmente, no necesitas recordárselo a la gente subalterna; busca servirles mostrándote como su apoyo para que realicen sus tareas, en lugar de continuamente darles órdenes como si fueran personas sin entendimiento. Sé paciente con los errores que cometen; modela para ellos mostrando cómo se hacen las cosas; porque así es como Yeshúa nos dice que debemos ejercer la autoridad y ese fue su modelo.
¿Eres líder en una congregación?
Entonces tienes un enorme desafío por delante. Mira el modelo de Yeshúa, quien no vino para ser servido sino para servir y rechaza la doctrina de los Nicolaítas, aborrecida y denunciada por el Mesías. (Ver el tema: Los Nicolaítas para una mayor comprensión)
¿Eres empleado o subalterno?
Concéntrate en llevar a cabo lo que se te contrató para hacer y hazlo de la mejor manera, como quien busca agradar a Yehováh (Colosenses 3:23-24) y no a los hombres. Si tienes diferencias con tu jefe, exprésaselas respetuosamente, conversando con él; evita la murmuración; porque él tiene el poder que concede la autoridad y puede hacerte daño: “el que manda, manda aunque mande mal…”, dice un proverbio popular. Sin embargo, mantén en mente que no tienes que permanecer en una situación de opresión indefinidamente. Agota los recursos hablando con quienes están en la cadena de autoridad hacia arriba; y si no hay solución, busca otro empleo que responda mejor a tus expectativas; no tengas temor del cambio; procúralo porque debes perseguir la paz para tu vida y los que te rodean.