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Vaykra 25:1 – 26:2 | Ki tavou

Parashá Trienal – Vaykra (Levítico) 25:1 – 26:2

Nombre de la Parashá: Ki tavóu – Cuando entren

Isaías 24:1-6 | Juan 13: 12-20

La Toráh nos proporciona tres clases de instrucciones: El primer grupo nos dice cómo podemos relacionarnos con nuestro Padre Yehováh. No es como sentimos, nos parece o nos gusta; es como Él dice: Shabbat, Fiestas de Yehováh, Novilunios, etc. Luego se nos dice cómo podemos relacionarnos con otras personas; y por último, la Toráh también nos dice cómo cuidar de la Creación de Yehováh, que nos ha sido “prestada” o entregada para ser administrada; siendo así, esto último significa que cuando venga el Patrón, es decir el Señor o Dueño, tendremos que dar cuenta de lo que hayamos hecho con “Su Finca” -la Tierra- que nos ha sido permitido utilizar.

Si bien las porciones anteriores nos permitieron aprender lo que realmente significa ser kadosh (santos), es decir ser “apartados” por Yehováh para ser de Él, en esta ocasión aprendemos que también nos debemos distinguir por el trato que demos a Su Creación.

En ésta porción aprendemos respecto a la manera como la tierra debería ser administrada. Fueron instrucciones dadas a Israel para “cuando entréis en la tierra que yo os daré”; es decir en principio esas instrucciones deberían ser aplicada por Yisrael en su tierra; pero como la misión de esa nación era enseñar al resto del mundo, podemos concluir que nuestro Padre Yehováh, esperaba que así se administrara toda la Tierra.

El problema actual de la repartición de tierras no existiría, si por generaciones hubiésemos hecho caso de la manera en que las posesiones deberían ser administradas. Miremos cómo funcionaba:

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El Año Sh’mittah (pronunciado: Shemitá)

  • En primer lugar, la tierra tenía que descansar cada seis años.  El séptimo no se debía cultivar nada. Es decir que este, era un Año Sabático – Sh’mittah en hebreo. La gente viviría de lo que Yehováh proveyera durante el sexto año, ya que Él bendeciría la tierra y en ese año, produciría lo suficiente para dos. Durante ese año de descanso de la tierra, todos los habitantes, incluidos los pobres y los animales del campo, se alimentarían de lo que produjera la tierra por sí sola.

  • En segundo lugar, Yehováh estableció el Año de Jubileo, para volver a equilibrar la economía de la nación y evitar que quienes habían prosperado restaran oportunidades a los que no lo habían logrado. Esto sucedía cada 7 Septenarios o semanas de años, es decir cada 49 años. Entonces el año siguiente, el número 50 era llamado de Jubileo. La tierra no se podía vender a perpetuidad, sino que se pagaba por ella de acuerdo al número de cosechas que potencialmente produciría hasta el año del Jubileo. Era como un año de liberación, o como lo diríamos hoy, era un año de reinicio (“reset” en lenguaje de computador). Por eso había júbilo, alegría al saber que había la oportunidad de un nuevo comienzo.

  • Cada cincuenta años, todas las tierras regresaban a la posesión de la familia que las había recibido originalmente y de esa manera cada generación tenía la misma oportunidad de iniciar poseyendo una “porción de tierra” en la cual podrían cultivar y desarrollar sus ganados o intereses. Milagrosamente, en el año 48, la tierra produciría alimento tan abundante, que fuera suficiente para tres años, hasta que se pudiera cosechar de nuevo, al final del año 1 del siguiente ciclo. Recordemos que el año 49 sería el último del séptimo septenario, es decir que sería un año Sh’mittah y el 50, sería de Jubileo; es decir que por dos años no se cultivaría la tierra; luego al inicio del primer septenario, se plantaría de nuevo, pero habría que esperar el tiempo apropiado para recoger tal cosecha.

De hecho conforme se ponía en marcha tal redistribución, había quienes eran más hábiles o fieles que otros; y así unos prosperaban, mientras otros fracasaban. Entonces los últimos iban vendiendo poco a poco sus posesiones a los primeros para poder sobrevivir; pero al final, siempre había oportunidad de reversar las cosas. Esto significaba que una familia no estaba condenada a ser pobre por generaciones, y tampoco la acomodada estaba destinada a ser rica para siempre, porque  periódicamente, todos tendrían la misma oportunidad; eso es justicia.

Observemos atentamente la siguiente porción:

Ninguno oprima a su prójimo. Temerás a tu Elohim, porque Yo soy Yehováh vuestro Elohim. Cumpliréis mis estatutos, observaréis mis decretos y los haréis, para que habitéis seguros en la tierra. Y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta la saciedad, y habitaréis en ella con seguridad. Levítico 25:17-19

¿Percibes las prioridades de nuestro Padre Eterno? ¡NO OPRIMIRAS! ¡Ay! de todos aquellos que tienen empleados y pagan salarios injustos aprovechándose así de las necesidades de sus empleados; ¡Ay! de los que exigen más de lo que debieran a sus empleados; ¡Ay! de los que se enseñorean de los bienes de esta tierra, sabiendo que no se llevarán nada. Y de nuevo: la obediencia es el Seguro de Vida que muchos andan buscando. No es el fondo de pensiones para la vejez, no es el seguro de salud, o el seguro de vida. ¡NOO! es la obediencia a sus Mandamientos lo que nos hace habitar seguros en el lugar donde hemos sido plantados por nuestro Padre. Él nos promete abundancia y seguridad.

¿Establece la Toráh que el gobierno se ocupe de los pobres?

Evidentemente: NO. Nunca fue el propósito de Yehováh nuestro Padre, quitarnos la responsabilidad de cuidar al necesitado; de oler la pobreza, de mirar la miseria; por eso afirma:

Si tu hermano empobrece y se halla en penuria a tu lado, lo sostendrás, aunque sea extranjero y forastero, para que pueda restablecerse junto a ti.
Levítico 25:35

Que gran diferencia! Actualmente son los gobiernos los que se inventan programas ineficaces que motivan a la flojera y la pereza. Por cierto, enormes cantidades de dinero se pierden en el camino hacia los necesitados, quienes en muchas ocasiones ni siquiera tienen acceso a lo prometido por los gobernantes.

Aún así la gente, en vez de poner la mirada en Su Creador, continúa esperando y demandando de sus líderes; de ésta manera, el Estado se convierte en su dios y así, los beneficiados llegan a ser sus adoradores, aceptando ser esclavos dependientes del sistema que a su vez recorta y controla más los derechos de la población. Lamentablemente cuando se llega a estos extremos, la gente culpa al Creador y es cuando se preguntan ¿Dónde está Dios que no responde? A lo cual respondemos con otra pregunta: ¿Por qué habría de hacerlo si ustedes escogieron endiosar su sistema político?

El capítulo nos enseña la responsabilidad familiar-social que todos tenemos. No podemos ser indiferentes ante las situaciones de necesidad de otros. Así lo diseñó Yehováh y así funcionó en Yisrael durante siglos. Cuando apareció “la iglesia“, como un substituto de Yisrael, evadió la responsabilidad de proveer dirección y ayuda a los necesitados, y generó su propio sistema de organización e intereses en total desconexión con la Toráh de Yehováh. Por eso, lo que existe en la actualidad son denominaciones e iglesias independientes que solo trabajan para sí, buscando mantener la gloria de su propio nombre. Por tal razón se demandan enormes presupuestos para mantener sus estructuras complejas y costosas, al igual que sus sistemas, programas, cuerpo administrativo, etc.; pero en cuanto a lo social, no existen programas serios, sino tan solo pretextos que justifican el levantamiento de más dinero.

Ese no es el camino de Yehováh. Por eso te invito a evaluar lo que ves en tu entorno y tomar acción. Si no puedes remediar nada al respecto, Yehováh te llama a salir del sistema religioso contaminado, al desierto donde le hallarás a Él tal como sucedió con Israel.

La última parte del capítulo 25 habla de la razón por la cual nos debemos cuidar unos a otros:

…porque los hijos de Yisrael, son siervos para Mí, siervos míos son,
a los cuales saqué de la tierra de Mitsrayim. Yo, Yehováh

La porción termina en los versos 1 y 2 del capítulo 26, donde se enfatiza la importancia de no tener ídolos ni imágenes de talla de ninguna clase para postrarse ante ellas. Mas claro no se puede. La parashá cierra con la orden reiterada de guardar el Shabbat. Piensa: ¿Por qué tanta insistencia de Yehováh sobre estos aspectos? ¿No son acaso estas dos cosas en las que está enredada la iglesia actual?

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